Los hermanos máuser, esta
vez encabezado y dirigido por Bayoneta calada máuser ya tienen su tranfulismo
preparado para ponerlo en acción con tal de permanecer en el poder. Bayoneta Calada
Máuser le envió un S.O.S a Toro sentado máuser con fin de usar la estrategia a
seguir y decidieron reunir los caciques de su tribu para continuar el tranfuguismo,
en este caso designaron a toro que patea sin memoria para que visitara al padre
toño a virtudes Alvares, al partido de los veteranos y civiles, Aviño Castillo
y otros más de la peor ralea del sistema neoliberal. Más a viento que sopla sin
ruido liranzo le asignaron con vocal a la marcha verde, a Guillermo Moreno, a
la fuerza de la revolución, a Luis Abinader y a Hipólito mejía; ya que él tiene
buenas raciones con esas buenas relaciones con esas agrupaciones políticas, no
obstante yo, Toro sentado máuser, me voy con Leonel y Con Danilo, sin embargo, tú
te irás con Luis toral, con Ramfis Trujillo y lo que queda del partido
reformista ¿Y José del Castillo? Por favor no hables deeso, Toro sentado máuser ¿tú no ves que está
fuera del poder? ¿Y niñín entonces? Me canso de enseñarte, toro sentado máuser y
no aprendes; mira lo que es diplomacia apréndete esto, que lindo este perrito y
un palo atrás para matarlo. Niñín es buena gente y hasta sin malicia y me cree
todo lo que le digo hasta la medula. Así es que vamos a seguir allantandola que
todavía cobramos por ella, pero si las cosas vienen de otra manera, con esta
estrategia efectiva de nosotros como bailarines del sistema político seguro que
quedamos enganchados en el poder y así será, porque a mí no hay quien me venza,
con mis 13 medios digitales al servicio de Danilo, por ahora. Despreocúpate que
lo nuestro está seguro.
Víctor "Papo" Román (nacido el 12 de diciembre de 1957 en Dorado , Puerto Rico ) es un músico puertorriqueño más conocido por ser el percusionista de la banda de Rock en Español Fiel a la Vega .
Biografía y carrera
Papo Román es el hijo de Víctor Román y Juanita Rodríguez. Desde que tenía 12 años, comenzó a interesarse por la música. Su primer maestro fue su amigo Miguel Nieto. Después de años de practicar y con las influencias de Richie Ray y Bobby Cruz , Román comenzó a tocar con varios grupos como la Orquesta La Preferida, La Sónica, Maso Rivera , Tavín Pumarejo y la Orquesta La Innovación, entre otros.
En 1996, cuando Fiel a la Vega estaba completando la grabación de su primer álbum , el guitarrista Ricky Laureano (que era el cuñado de Román en ese momento) invitó a Román a tocar la percusión en la canción " El Wanabí ". Después de eso, invitaron a Román a tocar las canciones "El Wanabí" y "Las Flores de Emilio" en su primer concierto. Esta última fue la primera canción del set y después de cinco canciones, la banda notó que Román todavía estaba jugando con ellos. A la banda le gustó tanto que decidieron incluir a Román en la banda.
El primer álbum de la banda rápidamente alcanzó un gran éxito en la isla al lanzar varios éxitos de radio y ganar varios premios. A partir de 2007, la banda lanzó cuatro álbumes de estudio con Román.
El 11 de octubre de 2006, Román comunicó con una carta a los fanáticos y la prensa que dejaría la banda después de diez años. Él declaró que, a pesar de no lamentar el tiempo que pasó con la banda, necesitaba disminuir la velocidad y dedicar tiempo a su familia. Román es padre de seis hijos, dos de ellos hijas adolescentes.
La mayoría de los padres está dispuesto a reconocer que los hijos generan bastante trabajo, pero por lo general también sienten que la experiencia tiene mucho más de bueno que de malo.
Pensar lo contrario es prácticamente inconfesable. Pero también hay mujeres que lamentan haberse convertido en madres.
BBC Mundo te trae el testimonio de tres mujeres que le contaron a Jean Mackenzie, del programa Victoria Derbyshire de la BBC, cómo es desear en secreto nunca haber tenido hijos.
"Si pudiera retroceder el reloj, no tendría hijos", confiesa Raquel, quien actualmente ronda los 50 años.
Pero tiene tres -el menor tiene 17-, y la mayor parte del tiempo los ha criado como una madre soltera, lo que no hizo las cosas más fáciles.
"Hubo veces en que no me sentí lo suficientemente madura como para ser responsable por alguien, por esa personita que me necesitaba para vivir", cuenta.
"Se sentía como un círculo eterno en el que ponía un biberón o comida en su boca para que luego saliera por el otro lado y pensaba: ¿en qué momento puede algo de todo eso volverse divertido?", recuerda.
"Tenía ganas de gritar que la realidad no es como tan buena como dicen. Si eres del tipo maternal, perfecto, tienes todo lo que querías; pero si no tienes el instinto, lo único que hiciste es atraparte a ti misma", opina.
Raquel admite que no pensó bien cómo tener hijos podía afectar su vida. Si lo hubiera sabido, no los habría tenido.
"Pero me siento culpable diciéndolo, porque la verdad es que amo mucho a mis hijos", dice.
"Sientes que no has sido una buena madre y esa es una culpa que siempre te acompaña, que nunca se va, y te preguntas si ellos lo saben", confiesa.
"Pero la vida no debería obligarte a renunciar a tu vida, tu libertad, para que ellos puedan tener una vida".
Esto es algo difícil de admitir, porque "la gente asume que no eres buena persona".
Y Raquel quiere desesperadamente que las mujeres que siente igual no sean vilipendiadas.
"Me sentía muy sola, sentía como que había algo malo conmigo. Pero si hubiera podido hablar de ello y alguien me hubiera entendido, tal vez me habría resultado más fácil lidiar con la maternidad", concluye.
¿Qué tan común es el sentimiento?
Es imposible saber cuántas mujeres se sienten así, porque muy pocas hablan abiertamente del tema.
Pero en una encuesta realizada en 2016 en Alemania, el 8% de un total de 1.200 consultadas dijo que lamentaban haberse convertido en madres.
Y en 2015 la socióloga israelí Orna Donath publicó un estudio con mujeres que lamentaban haber tenido hijos, describiendo este "deseo de revertir la maternidad" como "una experiencia maternal inexplorada".
Las mujeres que admiten ese sentimiento sostienen que es algo muy diferente a la depresión posparto.
Alison
"Sólo vi a la familia feliz con la casita y el jardín, con los niños que iban contentos a la escuela: el cuento de hadas".
Alison fue adoptada y de pequeña siempre soñó con tener su propia familia.
Así que no fue hasta que tuvo a su primer hijo que se dio cuenta de que no era del tipo materno.
Y desesperada por salir de casa y escapar a su nuevo rol, solo se tomó seis meses de subsidio antes de regresar al trabajo.
"A veces me tomaba el día libre y lo dejaba con la niñera, para tener el día para mí sola", confiesa
"No es que no quisiera pasar tiempo con él, pero no sabía qué hacer, no era buena inventando juegos", cuenta.
Como no quería que su hijo creciera sin hermanos, Alison y su esposo tuvieron otro niño. Ambos están ya en la universidad.
Pero ella admite que si hubiera sabido lo que sabe hoy, nunca se hubiera convertido en madre.
"Los deseos y necesidades de otros siempre son más importantes. Mi mantra por las últimas dos décadas ha sido 'si los demás están contentos, entonces yo estoy contenta', lo que a veces es un poquito irritante", explica.
"Podría haber tenido una mejor carrera. Pero me tocó llevarlos y buscarlos en la escuela durante 15 años, lo que limita mucho profesionalmente".
Alison deja rápidamente en claro lo mucho que ama a sus dos hijos, pero admite que en realidad era demasiado egoísta para tenerlos.
"Resentía su intrusión en mi tiempo", confiesa.
Para ella, muchas mujeres no hablan del tema por que tienen miedo a ser juzgadas. "No quieren ser vistas como egoístas. La implicación es que si no querías hijos, entonces eres una mala madre", lamenta.
Joy
Joy, quien tuvo a su hija hace 20 años, se dio cuenta bastante temprano que no quería ser madre.
"Todo el mundo habla de como les entregan al niño y sienten esa fabulosa corriente de amor que les recorre el cuerpo. Yo no sentí nada de eso. Simplemente parecía una inmensa responsabilidad", cuenta.
A Joy todavía le cuesta recordar con cariño los primeros años de su hija.
"Fue duro, una lucha diaria por salir adelante", recuerda.
"Me imagino que todas las madres pasan algo parecido, pero en mi caso no encontraba nada que pudiera decir que disfrutara de verdad. Era deprimente", dice.
Joy cree que a ella le falta el instinto materno que hacer que otras madres disfruten a sus hijos.
"Durante mucho tiempo me pregunté si (las otras madres) en realidad estaban bromeando al decir que las cosas eran tan maravillosas como las pintaban y si en realidad alguna vez iban a ser honestas conmigo", admite.
"Parecía que no tenía la capacidad de ser este tipo de madre cariñosa y calurosa".
"Quería regresar al trabajo, quería continuar con mi carrera, con la empresa que estaba iniciando, y esto solamente era un gran extra adicional", confiesa.
De pequeña, la hija de Joy dudaba del amor de su madre "porque yo no era como dictan las normas de la sociedad", dice Joy.
"La quiero de verdad", insiste, "pero el lazo no es empalagoso".
Joy dice que si más mujeres fueran honestas con cómo que sienten, habría menos presión para que se volvieran madres. "Somos muchas más de lo que se dice", asegura.
"Lo genial sería que las mujeres pudieran ser profundamente honestas con ellas mismas. Y si tener hijos y una familia es realmente importante, entonces háganlo de corazón", dice.
"Pero si adentro hay una sensación que dice 'En realidad no veo qué tiene esto de especial', no tengan miento o vergüenza de plantar la cara y decir: 'Soy alguien que no quiere ser una madre, no quiero hijos'", concluye.
El que llevaba su camisa arrugada, pantalones holgados sostenidos con suspensores y sus rebeldes rizos blancos, llevaba tiempo ya sorprendiendo a los residentes de Princeton, Estados Unidos, con sus largas caminatas -algo poco común en esa época por esos lares- durante las que a menudo se le veía disfrutando de un helado.
Se trataba nada menos que de Albert Einstein, quien ya para esa década de 1930 era el científico más famoso del mundo.
Pero ahora lo acompañaba un hombre más joven, con una vestimenta más tradicional, gruesas gafas y una expresión austera.
Aunque no tan famoso, era muy conocido, particularmente en los círculos académicos por haber "sacudido los fundamentos de nuestra entendimiento (…) de la mente humana", según declaró la Universidad de Princeton al otorgarle un doctorado honorario.
El acompañante de Einstein era el matemático austríaco Kurt Gödel, a menudo descrito como el más grande filósofo lógico desde Aristóteles.
Dos décadas y media
Ambos habían llegado a Princeton debido al Tercer Reich, uno por ser judío y el otro por escapar su destino como soldado del ejército nazi.
Ambos rechazaban la teoría cuántica, a contravía de la corriente dominante.
Y ambos compartían una experiencia que los hacía verdaderamente excepcionales: habían cambiado nuestra percepción del mundo cuando tenían 25 años de edad.
Einstein con su brillante E=mc2 y Gödel con su descubrimiento de que nunca puedes estar seguro de que 1 no es igual a 0.
Y, mucho más, en ambos casos.
El señor "por qué"
Gödel había nacido en Austria en 1906, un año después de que Einstein probara que el tiempo, como hasta entonces había sido entendido, era ficción.
Su familia le dio el apodo de "señor por qué" y su inmensa curiosidad lo llevó a explorar desde lenguas y religiones hasta historia y matemáticas.
Fue esta última la que lo cautivó y para cuando, a los 18 años, llegó a la Universidad de Viena, ya sabía todo lo que sobre ella le podían enseñar en los cursos regulares.
Eventualmente, se interesó por la lógica matemática, "una ciencia anterior a todas las otras, que contiene las ideas y principios que subyacen a todas las ciencias", según dijo.
La revolución godeliana
Hasta el cambio del siglo pasado, la matemática ofrecía esa valiosa cualidad llamada certitud: era un mundo en el que todo era verdadero o falso, correcto o errado y si te aplicabas con tesón siempre podías llegar a descubrir cuál era cuál.
No obstante, cuando en 1900 el Congreso Internacional de Matemáticos se reunió en París el ambiente era de esperanza y pero también inseguridad.
Si bien la edificación de las matemáticas era grande y bellamente decorada, sus cimientos, llamados axiomas, habían sido sacudidos.
Su consistencia estaba siendo cuestionada y parecía que posiblemente eran paradójicos.
Pero durante el congreso, un joven llamado David Hilbert estableció un plan para reconstruir los fundamentos de las matemáticas, para hacerlos consistentes, abarcadores y libres de paradojas.
Hilbert era uno de los matemáticos más grandes que jamás haya existido, pero su plan fracasó espectacularmente debido a Kurt Gödel.
Con su tesis de doctorado, Gödel le puso punto final a ese sueño.
Demostró que había algunos problemas en las matemáticas que eran imposibles de resolver, que la brillante y clara llanura de las matemáticas era en realidad un laberinto repleto de potenciales paradojas.
Más puntualmente
Probó que...
en cualquier sistema formal axiomático consistente que pueda expresar hechos sobre aritmética básica hay enunciados verdaderos que no se pueden probar dentro del sistema y
que la consistencia misma del sistema no puede ser probada dentro de ese sistema.
Son los teoremas de la incompletitud y si te dejaron confundido, no estás sólo.
El mismo Russell admitió su confusión cuando se enteró.
"¿Debemos pensar que 2 + 2 no es 4 sino 4,001?", preguntó.
Hay más verdades que las que podemos probar
Quizás es cierto que "dar una explicación matemáticamente precisa de los teoremas sólo obscurece su importante contenido intuitivo para casi cualquier persona que no sea especialista en lógica matemática", como señaló el profesor emérito de Matemáticas del Harvey Mudd College Melvin Henriksen en la revista Scientific American.
Pero por suerte han habido varios intentos de poner en palabras sencillas los teoremas de la incompletitud para que todos comprendamos la inmensidad del logro de del "señor por qué".
Lo que Gödel hizo era usar matemáticas para probar que las matemáticas no podían probar todas en matemáticas.
Mostró que en cualquier sistema hay afirmaciones que son verdaderas pero que no se puede probar que lo son.
O, como lo expresó el escritor Thomas Pynchon en su novela "El arcoíris de la gravedad", "cuando todo ha sido arreglado, cuando nada puede fallar o sorprendernos siquiera… algo lo hará".
El caso es que...
Gödel cambió la forma en que entendemos qué es la matemática, y las implicaciones de su trabajo en física y filosofía nos llevan al límite de lo que podemos saber.
Los teoremas de la incompletitud revolucionaron las matemáticas e inspiraron a personas de la talla de John von Newman, quien creó la teoría del juego y Alan Turing, el creador del modelo de las computadoras que usamos.
Más tarde, resultaron invaluables para la ciencia de la informática, pues el reconocimiento de que hay cosas que no se pueden probar marcó un límite a lo que las computadoras pueden resolver, evitando la pérdida de tiempo tratando de hacer lo imposible.
Para algunos filósofos, los teoremas demuestran que la mente humana tiene una cualidad especial que no puede ser imitada por las computadoras: nosotros podemos entender que la "oración de Göbel es verdadera" pero las máquinas no.
Los teoremas han impactado otros campos del saber y muchos apuestan que seguirán haciéndolo, entre ellos el físico matemático y filósofo Roger Penrose, quien considera que podrían ayudarnos a descubrir una nueva física que devele el misterio de la conciencia.
Charlas y temores
Hacia finales de su carrera, cuando estaba semiretirado, Einstein le comentó a Oskar Morgenstern -uno de los cofundadores de la teoría del juego- que seguía yendo a su oficina sobre todo para tener el privilegio de caminar con Gödel, algo que hizo a menudo hasta su muerte en 1955.
Iban charlando desde y hacia el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, ese exclusivo club intelectual cuyos miembros tenían una sola tarea: pensar.
A eso se siguió dedicando Gödel, con la brillantez que lo caracterizaba. Peroalgunos de esos pensamientos eran oscuros.
Siempre vivió atormentado por temores y uno de ellos era que lo envenenaran, por lo que se rehusaba a comer a menos de que su esposa Adele probara su comida primero.
Cuando ella se enfermó y tuvo que ser hospitalizada por un largo período, Gödel prácticamente dejó de alimentarse.