Por Carlos Vallejo (El poeta del sentimiento).
Fascinado e intimidado a
partes iguales por los lugares remotos, José ovejero emprendió a principios de
los años noventa un itinerario personal
por China, empezando por la Universidad de Nanjing, donde estudió los rudimentos
del idioma, para adentrarse a continuación por el suroeste del país en busca de
rincones poco turísticos. A lo largo de esa ruta que concluirá en Kunning,
cerca ya de Birmania, le aguardaban muchos descubrimientos, aunque también no
pocas aprensiones y sobresaltos: las angustias que cualquiera puede sentir
mientras viaja (Maximé si es algo hipocondríaco), pero que los exploradores
intrépidos suelen silenciar. Esa franqueza inusual, así como “la capacidad
literaria para reconstruir un mundo exótico y para transmitirlo con gran
amenidad”, según el fallo del jurado, le
valió el premio grandes Viajeros de 1998.