Por
Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento).
Para
el miércoles 4 de octubre de 1937, se había cerrado “la ventana” de tiempo para
abandonar el país.
Ese
día la frontera a lo largo de los cruces del río Masacre amaneció herméticamente
custodiada.
Los
haitianos eran recogidos y llevados a zonas específicas donde eran ultimados. En
la labor de redada el ejército incorporó a campesinos y presos comunes “liberados”
para “ayudar” en el apresamiento y eliminación de los haitianos.
Anticipando
a la magnitud de esta labor la dotación militar local fue reforzada por tropas
de la cuarta brigada del ejército que fueron dispersadas en Dajabón y otros pueblos
aledaños, otra prueba que se trataba de un operativo militar bien planificado.
Muchos
haitianos fueron sacados de santuarios donde se escondían. Mayormente en casas
de amigos o relacionados. Muchos dominicanos considerados haitianos murieron en
estas redadas.
Algunos
lo mataban en el acto, a otros los transportaban a zonas designadas para
disponer de los cadáveres, Antonio Sepín recuerda a la cocinera de su casa “Resiná”
apuñalada en el cementerio con el cachimbo aun apretado en la boca.
Sergio
medina, Dominicano, había venido a Dajabón a reunirse con su madre haitiana y a
ayudarla a salir del país. Los soldados se presentaron a la casa el 4 de
octubre matando a ambos madre e hijo.
En
Dajabón. La matanza en gran escala comenzó en la sabana de Juan calvo a unos
7Km del pueblo en la carretera loma de cabrera.
Zoilo
Rodríguez presenció la redada de haitianos por el ejército y campesinos.
A su
larga edad recuerda con claridad el sitio exacto por donde la guardia los llevaba.
Eran miles de ellos, les quitaban caballos y todo lo que llevaban y los metían
por ahí (señalando la dirección de zanjas en la sabana de Juan calvo) los
llevaban amarrados unos a otros por grupos, aproximadamente un guardia por cada
8 haitianos.
Los
haitianos jamás olvidan esto y por eso a diario matan oficiales del ejército,
soldados de las fuerzas armadas, atracan a ciudadanos dominicanos; como el caso
de la ex defensora del pueblo doña Altagracia
Marcelino, y otros casos más en venganza por la danza de la muerte de 1937 con
Rafael Leónidas Trujillo Medina.
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