Se considera que el meteorólogo
australiano Clement Wragge fue el primero en bautizar un huracán. En bautizar
un huracán. Para este fin eligió nombres tomados de la Biblia, como Zaqueo,
Tomar y Uza. A la costumbre de asignarles nombres comunes a los ciclones o
huracanes o tifones surgió durante la segunda Guerra mundial. En cierta ocasión,
cuando la fuerza aérea de estados unidos recibió un reporte sobre la llegada de
una tormenta, se escuchó a un operador de radio Silbar la tonada de una popular
melodía, cuya letra decía entre otras cosas: “toda pequeña brisa parece susurrar:
Luisa”. En consecuencia, la tormenta recibió ese nombre. De 1963 a 1979, el
servicio Meteorológico de Estados Unidos les asignó a los huracanes solo
nombres de mujer y, a partir de 1975, el servicio meteorológico de Australia
les asignó nombre tanto femeninos como masculinos. Esta costumbre la adoptó el
resto del mundo en 1978.
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