sábado, 16 de mayo de 2015

La intolerancia de la fe *La Granada*

Sutiles tormentos

A quien intentaba huir se le castigaba  en el “cepo”: reasentado, durante horas, en un banco con las piernas estiradas hacia delante y  los pies dentro de sendos orificios  de un tablero (entre otros casos, eran las muñecas). Esta posición ocasiona terribles dolores de espalda y calambres en las piernas.

En la “garrucha”, las muñecas del detenido eran atadas  a su espalda. Luego, este era sujetado a una cuerda que corría sobre una polea colocada varios metros de altura. A una orden del inquisidor, dos verdugos tiraban de la cuerda hasta que la victima quedaba suspendida en el aire. A continuación, aquéllos soltaban la cuerda. Aunque el detenido no se estrellaba en el suelo el desgarramiento muscular le producía dolores astrosos. Si aun así se negaba a confesar,  el fraile ordenaba que s ele colocara un sobrepeso de unos 25 kilos en las piernas, para que las lesiones musculares fueran más dolorosas. Si la victima sobrevivía, por lo general quedaba baldada de por vida por el dislocamiento o fractura de huesos.

Cuando se elegía el “potro”. Al preso se le colocaba en una mesa. Sus extremidades eran atadas con sogas unidas a una rueda; luego, esta era girada poco a poco para causarles terribles dolores.

En otro tormento se inmovilizaba al procesado en una mesa de madera; luego se le abría la boca  y se le introducía un trapo hasta la garganta. Finalmente, el verdugo le vaciaba adentro una jarra de agua…


Continuara.   

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