Cualquier persona que alguna vez haya confrontado a un familiar, amigo, pareja o colega por sus actitudes machistas puede imaginar que pararse frente a cientos de desconocidos y explicarles por qué es importante la igualdad de género requiere de mucho coraje.
Más aún cuando uno se encuentra arriba de un escenario en el centro histórico de Ciudad de México.
Pues eso mismo fue lo que sucedió el jueves pasado en el marco del festival 100 Mujeres organizado por la BBC y por BBC Mundo.
En una ciudad donde 7 de cada 10 mujeres afirman haber sufrido violencia sexual, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, era difícil predecir cómo reaccionaría el público al pasar por el Palacio de Bellas Artes y escuchar debatir sobre cómo combatir el acoso callejero o de qué forma empoderar a las mujeres desde el trabajo hasta la cama.
Pero yo no estaba arriba del escenario conversando con los académicos, gobernantes y activistas. Mi trabajo era a nivel del público, buscando opiniones, preguntas, sensaciones.
Ese es un extraño privilegio para una declarada feminista, que hasta ha recibido el burdo insulto de "feminazi".
Era la oportunidad de escuchar a gente que quizá jamás se cuestionó por qué la masturbación femenina es un tabú o cómo conseguir la equidad salarial entre hombres y mujeres con iguales puestos de trabajo.
Fue ahí que conocí a Moisés.
"Por mi machismo"
Durante el debate "Hogar, sexo y estereotipos", donde participaron la cineasta Abril Alzaga y la sexóloga Edelmira Cárdenas, con la moderación de la editora general de BBC Mundo, Carolina Robino, una de mis tareas fue buscar preguntas del público y de nuestros lectores en redes sociales para hacérselas llegar a las panelistas.
"¿Hay algo que les quieras preguntar?", le decía a las personas que escuchaban, comentaban con otros a su alrededor, vitoreaban o incluso refunfuñaban durante el debate.
Una de esas personas fue un hombre de aspecto humilde que estaba acodado al vallado, escuchando con atención.
Me dijo que sí, que quería hacer una pregunta, pero que la escribiría y luego me la daría. Le daba vergüenza decírmelo.
A los pocos minutos se me acercó con un papelito y volvió a concentrarse en el escenario.
El papel era el reverso de una factura donde decía textualmente: "Moises por Mi Machismo pongo en riesgo Mi Matrimonio que puedo aser para que eso no ocurra".
"Ya empezó a cambiarlo al aceptarlo", respondió Cárdenas, quien felicitó a Moisés por este primer paso.
El cambio
Según un estudio de ONU Mujeres, la Secretaría de Gobernación de México y el Instituto Nacional de las Mujeres, sólo en 2014 hubo 2.289 defunciones femeninas con presunción de homicidio en el país.
Es decir, en México matan a más de 6 mujeres cada día.
Hace unos meses, la directora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, Ximena Andión Ibáñez, le había dicho a BBC Mundo: "Me parece que es fundamental empezar con aquellas expresiones que parecen chiquitas de violencia pero que son fundamentales para ir rompiendo esos círculos de impunidad, esos círculos de violencia e ir desnormalizando la violencia".
Por eso, después de reconocer el problema, viene la acción.
En el debate, ante la pregunta de Moisés, Alzaga se cuestionó qué es lo que él cataloga como actitudes machistas: "¿Es celoso? ¿No ayuda en la casa? ¿La responsabilidad de los hijos recae en la mujer? ¿No le permite salir ni tener una vida propia? ¿Se siente amenazado cuando ella trabaja?".
Luego, le recomendó establecer estrategias concretas para mejorarlo, como por ejemplo cocinar, lavar los platos o ayudar a los hijos con las tareas de la escuela de forma alternada y equitativa junto a su esposa.
Moisés escuchó serio.
Yo lo miré reflexiva.
El machismo no se termina con segregar hombres y mujeres de espacios públicos, fomentar las denuncias o mejorar los procedimientos policiales y judiciales para procesar a los acosadores y violentos.
Así apenas se atacan las consecuencias, a veces demasiado tarde para muchas de nosotras.
El machismo se termina con educación.
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