“Los médicos me declararon un miracle’s boy”, revela el puertorriqueño Tony Marrero, sobreviviente de la dantesca masacre de la discoteca Pulse, en Orlando, en junio de este año, que cobró la vida de 49 personas.
Cinco orificios en su cuerpo, cuatro de estos en la espalda, ninguno de los cuales tocó su columna vertebral; otro en el brazo izquierdo, agua en los pulmones y un trauma psicológico eterno resultaban ser una prognosis crítica para el joven de 30 años, que además perdió durante la tragedia a su mejor amigo, Luis S. Vielma. Una sola bala bastó para cegar su vida.
Pero Marrero, natural de Cataño, no solo venció su desalentador cuadro clínico cuando decidió tirar su andador durante su hospitalización de 12 días, sino que de ese modo le ganó la batalla al asesino, Omar Mateen.
Mateen le disparó en cuatro ocasiones en la espalda al ver que era uno de los que permanecía inmóvil en el piso. Marrero iba de salida de la discoteca cuando escuchó las primeras detonaciones y cayó al piso. Su amigo murió en el acto. Ninguno de los dos había ido anteriormente a esa discoteca.
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