La mañana del 9 de diciembre de 2005, millones de mexicanos asisten en directo a la captura por parte de la policía de dos presuntos delincuentes: el mexicano Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez.
Delante de las cámaras de las dos cadenas más importantes del país, la pareja es acusada de secuestrar a tres personas, entre ellas un niño, y de formar parte de una peligrosa organización criminal, la "banda del Zodiaco".
Pero lo que esos millones de mexicanos aún no saben es que esa detención televisada es un montaje, realizado a solicitud de los medios, y que la mirada exorbitada de Cassez, la cara hinchada de Vallarta y la nebulosa historia que les rodea les acompañarían durante años como un enigma insoluble.
Diez años después de la detención más mediática y controvertida del país, Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), uno de los máximos exponentes de la renovación del panorama literario mexicano de las últimas dos décadas, decidió buscar las claves para desenredar un misterio que dividió durante años a la opinión públicadel país entre tenaces acusadores de la pareja y quienes denunciaron las irregularidades del caso.
Para ello se sumergió en las más de 20.000 páginas del expediente judicial y analizó decenas de investigaciones periodísticas sobre el caso. Entrevistó a los acusados y a sus familiares; a las víctimas, a los policías y a los jueces. Y husmeó en la ácida disputa diplomática que enfrentó al entonces presidente mexicano, Felipe Calderón, con su homólogo francés, Nicolas Sarkozy.
Su pesquisa lo llevó a adentrarse en un laberinto de pistas falsas, personajes ambiguos, declaraciones contradictorias y torturas verdaderas; en un "universo bipolar" donde distingue "dos espacios contrapuestos: el que los espectadores ven en televisión y el que se les oculta".
Su objetivo: usar las armas de la literatura y el rigor de su formación legal -el autor es licenciado en Derecho- para liberar "una verdad secuestrada por el poder".
El resultado: "Una novela criminal", Premio Alfaguara de novela 2018.
Como si de un detective de una novela policial se tratara, Volpi reconstruye ahí -pieza por pieza y con una cantidad de detalles a veces apabullante- el caso Cassez-Vallarta.
Con la diferencia de que en esta "novela documental", como la llama el autor, los personajes son reales -y siguen sufriendo las consecuencias de esta historia- y de que el auténtico protagonista es el sistema de justicia mexicano.Su pesquisa lo llevó a adentrarse en un laberinto de pistas falsas, personajes ambiguos, declaraciones contradictorias y torturas verdaderas; en un "universo bipolar" donde distingue "dos espacios contrapuestos: el que los espectadores ven en televisión y el que se les oculta".
Su objetivo: usar las armas de la literatura y el rigor de su formación legal -el autor es licenciado en Derecho- para liberar "una verdad secuestrada por el poder".
El resultado: "Una novela criminal", Premio Alfaguara de novela 2018.
Como si de un detective de una novela policial se tratara, Volpi reconstruye ahí -pieza por pieza y con una cantidad de detalles a veces apabullante- el caso Cassez-Vallarta.
Con la diferencia de que en esta "novela documental", como la llama el autor, los personajes son reales -y siguen sufriendo las consecuencias de esta historia- y de que el auténtico protagonista es el sistema de justicia mexicano.
¿Por qué un autor de novela de ficción decide enfrentarse a un caso real tan escurridizo como este?
Siempre me llamó la atención como caso paradigmático. Me di cuenta de que era una historia que tenía todos los elementos necesarios para hacer un buen libro y para contar por primera vez la historia de manera lo más completa posible.
Esta historia tiene todos los elementos de una novela negra. Pero ¿quiénes son las víctimas y quiénes los culpables?
Normalmente en una novela negra encontraríamos que habría un detective, que en este caso sería yo mismo, que poco a poco intenta descubrir la verdad y llega a ella.
En el caso mexicano, esto se volvió imposible. Aquí no se trata tanto de saber o de poder establecer qué pasó exactamente, y por lo tanto de quiénes son culpables o quiénes son inocentes.
El descubrimiento mayor es qué papel tuvo el Estado, en particular la policía y el aparato de justicia, en destruir la verdad. Aquí la verdadera historia es cómo quienes debieron encargarse de buscar la verdad terminaron destruyéndola.
¿Por qué en tu historia te muestras tan empático con Israel Vallarta y Florence Cassez, dos personas que durante mucho tiempo fueron violentamente atacadas por la opinión pública mexicana?
Yo creo que cualquiera que escriba una historia siente empatía hacia los protagonistas. Al mismo tiempo, traté de ser lo más neutro y objetivo posible.
Pero me parece clarísimo que en esta historia, independientemente de su inocencia o de su culpabilidad con respecto a los secuestros que se les adjudican, ellos son víctimas del Estado mexicano, que no fue capaz de garantizarles un juicio justo.
¿Esto qué dice del México actual y del México de hace 13 años?
Sigue diciendo lo mismo hoy: que la justicia en México no funciona en ningún sentido.
Es un sistema de justicia mal diseñado, mal implementado, donde los poderosos siempre se salen con la suya. Donde hay altísimos niveles de impunidad, donde la corrupción alcanza todos los niveles y donde la tortura sigue siendo una práctica habitual.
Por estas razones este caso es tan paradigmático de cómo no funciona la justicia en nuestro país.
Llegaste a definir México como un Estado fallido…
Pues sí, es un Estado fallido aquel que no logra o no es capaz de garantizar un juicio justo a los ciudadanos.
A propósito del conflicto diplomático que se desencadenó entre Sarkozy y Calderón, afirmas que Cassez y Vallarta fueron rehenes de un duelo de egos presidenciales. ¿Tú sigues convencido de ello?
Sí. En ese momento lo principal para los dos expresidentes era ir ganando popularidad en sus respectivos países. Sarkozy en ese momento ni siquiera estaba demasiado preocupado por la inocencia de Florence. Lo que le importaba era que era francesa y rescatar a una ciudadana francesa, por lo tanto tener un rédito político.
A la inversa, Calderón no quería una intromisión extranjera. Manipulado muy probablemente por el entonces jefe de la policía, Genaro García Luna, el expresidente termina por aceptar la versión de que ella es culpable y por lo tanto empieza un segundo montaje, que terminará con la captura del resto de la familia de Israel Vallarta.
¿Tuviste alguna vez miedo de poner nombre y apellidos reales a los protagonistas de esta historia?
Hasta ahora no tuve miedo ni tampoco recibí ninguna amenaza, ninguna represalia, afortunadamente.
Pero en el otro sentido, creo que también tiene que ver con que a fin de cuentas se trata de un libro y que no deja de ser literatura, aunque tenga una parte de denuncia. Se ve que no les importó demasiado.
En México por supuesto quienes documentaron la guerra contra el narco, la colusión de los políticos con el narco, corrieron peligro. Este no es un caso vinculado con el narcotráfico: también quizá esto es lo que permite afortunadamente que no se dé ninguna de estas situaciones.
¿Crees que la próxima administración creará una diferencia con respecto al pasado?
Ojalá ocurra. Hay un ámbito que está muy claramente en la agenda del presidente electo, López Obrador, que es el del combate a la corrupción, que, por supuesto, es una parte central de la disfuncionalidad del sistema de justicia. Pero no es el único.
Se necesita realmente pensar en una reforma integral para que tengamos una justicia verdaderamente independiente, transparente y confiable. Y se necesita que el Gobierno ponga mucho más énfasis en esto.
¿Esto se podrá lograr en un sexenio?
Espero que haya avances importantes en estos seis años, y el hecho de que una figura como Olga Sánchez Cordero [ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que decretó la puesta en libertad de Florence Cassez, en enero de 2013, debido a los agravantes en su proceso que violentaron sus derechos fundamentales] ahora vaya a ser la Secretaria de Gobernación es algo que da esperanza de un cambio positivo.
Trece años después de su detención en directo, Israel Vallarta sigue en la cárcel sin sentencia judicial. Al margen de las artimañas del sistema judicial, ¿crees que Vallarta es inocente?
Yo quiero que el lector saque sus propias conclusiones. Al mismo tiempo me queda claro que Israel debe estar libre, por las mismas razones por las que Florence está libre. Mi opinión es que no se pudo comprobar las responsabilidades de Israel en estos secuestros. Pero esto es algo que le corresponde todavía determinar tanto a la justicia como a los propios lectores.
Pero de lo que no tengo ninguna duda es de que Israel es una víctima del Estado mexicano desde el principio, por las torturas que sufrió, con las detenciones arbitrarias de sus familiares, con la falsificación de pruebas. Y con la destrucción de un juicio justo. En esta medida, creo sin duda que Israel debe ser liberado.
Tanto Israel como muchísimos como él son detenidos arbitrariamente, a veces sin que se sepa claramente por qué. En México, si uno no tiene poder, dinero o conexiones, las posibilidades de salir adelante son escasas.
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