El día del juicio final de la política estadounidense casi ha llegado. Los votantes decidirán el martes quién ha ganado el debate de 25.000 millones de dólares entre la política de tierra arrasada del presidente Donald Trump y la campaña furibunda de los demócratas para poner fin al monopolio republicano en Washington y en gobernaciones a lo ancho del país.
Hay indicios de que una llamada “ola azul” ayudaría a los demócratas a ganar la mayoría en al menos una de las cámaras del Congreso. Pero dos años después de una elección que dio un mentís a todas las encuestas y pronósticos, nada es seguro en vísperas de la primera elección de la era de Trump.
“No creo que haya un demócrata en este país que no sienta alguna angustia desde la profunda decepción de 2016”, dijo Stephanie Schriock, presidenta de la organización EMILY’s List, que gastó casi 60 millones de dólares para apoyar a mujeres demócratas durante la campaña.
“Todo importa y todo está en juego”, añadió.
Están en juego el total de 435 bancas de la Cámara de Representantes y 35 de las 100 bancas del Senado, además de casi 40 gobernaciones y la relación de fuerzas en casi todas las legislaturas estatales.
Aunque él mismo no es candidato, Trump ha reconocido que las elecciones de mitad de mandato representan ante todo un referendo sobre su presidencia.
Si los demócratas ganan la mayoría en la cámara baja, que estrategas de ambos partidos coinciden en que es probable, podrían descarrilar los planes legislativos de Trump durante los próximos dos años. Más importante aún, quizás, es que tendrían poder legal para investigar los muchos deslices personales y profesionales del presidente.
Las elecciones del martes también pondrán a prueba la fuerza de una realineación de la era de Trump definida por la evolución de las divisiones por raza, género y sobre todo nivel educativo.
La coalición republicana que llevó al poder a Trump es cada vez más vieja, blanca, masculina y con menos probabilidades de tener título universitario. Los demócratas se apoyan más en las mujeres, las personas de color, los jóvenes y los graduados universitarios.
La realineación política, si es que existe, podría fijar un nuevo rumbo en la política estadounidense durante toda una generación.
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