Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento).
En diversas épocas, las costumbres reales han llegado a la
ridiculez. Luego de levantarse de la cama, Luis XIV de Francia (1938-1715) era
ayudado a vestirse por casi un centenar de personas. Se despertaba a las ocho. Apenas se ponía la bata, los cortesanos
ingresaban formados en seis grupos. Los de mayor reconocimiento eran los primeros. Los menos favorecidos
ingresaban cuando el Rey Sol se secaba las manos después de frotarlas con un
pañuelo impregnado de alcohol. Cada prenda de vestir era presentada al rey por
la persona indicad. La camisa era entregada por un hijo del monarca o un príncipe
o, en su defecto, por el gran chambelán. La primera ayuda de cámara sostenía la
manga derecha, porque la izquierda era detenida por un lacayo. El maestro de
guardarropa tenía el privilegio de ayudarle al rey tanto a meterse en los
calzones como a abrocharlos.
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