El danilismo ha sido muy exitoso desde su ascenso al poder, el cual ha sido rotundo tanto en los aparatos del Estado como en el partido. Lamentablemente dicho éxito, obtenido luego de años de semiostracismo, le ha llevado a desarrollar lo que en psicología se conoce como groupthinking (pensamiento grupal, en español).
Siendo más específicos, en lo concerniente a la elección del candidato del PLD para las elecciones del 2020, la estrategia del danilismo ha consistido en cerrarle el paso a Leonel. Para tales fines se decidió avanzar por dos carriles. El carril A, o de la Apariencia, consistió en explotar el deseo de la población de ver “caras nuevas” promoviendo el lanzamiento de precandidaturas de danilistas, leales y circunstanciales. Este plato fuerte fue aderezado con declaraciones de danilistas de la misma estirpe que “por instrucción de Danilo” anunciaban que él no se reelegiría. Para Leonel era obvio que esto no era más que una cortina de humo, una distracción. Por ello ha ignorado de manera olímpica los ataques que le han lanzado los “precandidatos”, no importa lo desaforado que hayan sido.
Leonel concentró todo su poder de fuego en detener lo que avanzaba por el otro carril del danilismo, el carril R, por Real: volver a reformar la Constitución a fin de reelegir a Danilo. ¿Cómo ha derrotado Leonel esta iniciativa? Veamos. En su desesperación por pasar la reforma constitucional del 2015, los danilistas colocaron al Comité Politico (CP) una camisa de fuerza al firmar todos sus miembros el acuerdo donde se aprobara dicha reforma, ese acuerdo luego fue ratificado por el Comité Central, por el Pleno de Delegados del Congreso del Partido y homologado por una sentencia del Tribunal Superior Electoral. Es decir, el CP parecía en principio ser una vía cerrada para validar de nuevo otra reforma constitucional. Sin embargo, de manera sagaz, Leonel no se confió y para sorpresa y encono de los danilistas, movió el campo de batalla hacia otros escenarios: la Cámara de Diputados y la participación directa del pueblo, esto es, la protesta popular. La satanización del acuerdo del 2015 que pretendieron varios danilistas (“Ese acuerdo fue un atraco de la minoría”), era el preludio de un intento de desconocerlo haciendo uso de la mayoría mecánica del danilismo en el CP, lo cual prueba que Leonel actuó de manera correcta.
La batalla en la Cámara de Diputados ha arrojado sorpresas interesantes. De una plaza que en apariencia sería tomada de manera fácil por el danilismo con los cañones del dinero, resultó una fortaleza imposible de asaltar. Sencillamente, los votos no se pudieron obtener. Leonel coordinó sin intermediarios (algo novedoso) las acciones de los diputados que le apoyan y los diputados del PRM fueron motivados a sostener con firmeza su oposición o fueron intimidados a no venderse por el temor de ser avergonzados y/o de perder sus visas a los EUA.
Por otro lado, habiendo advertido el efecto paralizador que tuvo la protesta popular en el intento de reforma, los danilistas (sobre todo Ramón Peralta y Gonzalo Castillo) lucharon con notable desasosiego por llevar de nuevo al CP la pelea por la reforma, y para ello lanzaron una campaña destemplada, desteñida y simplona para desacreditar la protesta.
El problema es que la protesta es un derecho básico en toda democracia funcional, cuestionable solo cuando arroja muertos, daños a la propiedad o tiene un fin sedicioso. Las protestas contra la reforma han sido totalmente pacíficas, lo cual dejó a los danilistas sin argumentos. Nuestra democracia representativa devino participativa en estas jornadas. La otra reacción ha sido la de danilistas de ocasión, como Félix Jiménez, quienes han hecho llamados a que “prime la sensatez”, pero a costa de una capitulación de Leonel y la rehabilitación de Danilo.
Danilo ha tenido que reconocer su amarga derrota en el discurso del pasado 22 de julio, en el cual pretendió argumentar que el carril A era su único propósito. Pero su alocución no tiende un ramo de olivo a los vencedores ni aboga por la restitución de la unidad en el PLD. Al contrario, ella estuvo marcada por reprochar supuestas ofensas a un leonelismo cuyo líder estuvo a punto de ser liquidado políticamente a manos de su grupo. Todo esto anuncia que el plan de cerrar el paso a Leonel continúa en la agenda del danilismo y que nuevas batallas se aproximan.
Claro está, la correlación de fuerzas habrá de cambiar. Como Franklin Almeyda nos ha hecho saber, el mismo Danilo Medina admite que “Ese Comité Político es de quien sea Presidente”. Es decir, ya registrada la certeza de que Danilo no continuará en la primera magistratura, una porción numerosa del CP pasará a redefinir sus lealtades, orientándolas hacia quien se vislumbra como el próximo presidente, Leonel Fernández. Dado el famélico desempeño de quienes aspiran además del Leonel, este resultado parece indiscutible.
Por otro lado, los trazos del liderazgo de Leonel han sido retocados y redefinidas algunas de sus aristas. El PLD por primera vez desde que llegó al poder otorgó una participación activa a la población en un debate político-partidista fuera de los canales burocráticos.
Este empoderamiento de la ciudadanía tiene un valor enorme. El hecho de que Leonel fuese su artífice ensancha la brecha entre él y todos líderes del PLD y de la oposición, lo cual ha de manifestarse en las primarias y en las elecciones del 2020.
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