sábado, 27 de febrero de 2021

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El origen de la villa

En la segunda mitad del siglo IX, el emir Muhammad I (852-886) mandó construir una fortaleza en la orilla del Manzanares, conocida en los textos árabes como Mayrit (Magerit en su forma castellanizada).

La fortaleza fue construida en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real con el propósito de vigilar los pasos de la sierra de Guadarrama y ser punto de partida de razzias contra los reinos cristianos del norte. Esta construcción méramente práctica terminó siendo el punto de partida de la fundación de Madrid.

El significado de Mayrit no está claro, aunque parece ser el híbrido de dos topónimos: uno mozárabe, matrice, que significa "fuente", y otro árabe, majrà, que significa "cauce" o "lecho de un río". Ambos aluden a la abundancia de arroyos y aguas subterráneas del lugar.

Cuando los musulmanes abandonaron Madrid, esta fortaleza fue ocupada temporalmente en el año 932 por Ramiro II y, posteriormente, Alfonso VI la incluyó entre los territorios ganados a al-Ándalus. En torno al antiguo recinto fortificado debió crecer la villa de Madrid, favorecida por las medidas repobladoras de los monarcas, entre las que destaca la concesión del fuero en 1202.

En 1339 y 1340 Alfonso XI reunió Cortes en Madrid, al igual que lo hizo Enrique III durante su reinado.

Los verdaderos comienzos de Madrid

Sin embargo, Madrid no cobró verdadera importancia hasta que Felipe II trasladó allí la Corte en 1561. Los inicios de Madrid como capital de la Corte hicieron patente la necesidad de reformas urbanísticas, y pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval que cambiaron el rumbo de la historia de Madrid. 

Al tiempo que aumentaba la superficie urbana, crecía el número de residentes. La población pasó de 4.000 habitantes en el año 1530 a 37.500 en el año 1594. En abril de 1637, en la Corte había 1.300 pobres "legítimos e impedidos" y 3.300 que pedían limosna. La mayor parte de este último grupo estaba formada por extranjeros, antiguos peregrinos de Santiago y ex soldados. Estos constituían, junto con los pícaros y rufianes, la base de la pirámide social. El descontento, por motivos de la falta de pan o el alza de precios, era explotado por los partidos para alentar motines (Motín de los Gatos de Madrid).

La instalación de la Corte y de los organismos centrales político-administrativos en Madrid hizo que se convirtiera en foco principal de la vida artística y literaria española, lo que atrajo a multitud de artistas españoles y extranjeros.

Durante los siglos XVI y XVIII, periodo conocido como el Madrid de los Austrias, la capital se llenó de importantes construcciones, como la Plaza Mayor, la cárcel de la Corte y el Ayuntamiento, además de numerosas iglesias.

Conflictos bélicos en Madrid

El siglo XVIII se abrió con la Guerra de Sucesión a la corona de Carlos II, en la que Madrid se vio involucrada. Desde 1706, Madrid permaneció fiel a los Borbones y, en recompensa, los monarcas hicieron de ella la capital de un estado centralizado con todas las ventajas que ello suponía. Urbanísticamente, el Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras.

Durante el reinado de Felipe V se construyó el Puente de Toledo y se inició la construcción del Palacio Real (1737) que debía sustituir al alcázar, incendiado en 1734. Fernando VI y, en especial, Carlos III pusieron gran empeño en las obras de saneamiento y embellecimiento de la ciudad: empedrado, limpieza de las calles, alumbrado público, vigilancia nocturna, etc. Carlos IV prosiguió con las reformas, pero en menor escala.

Además de transformar su fisonomía externa, la ciudad también varió de contenido social, perdiendo su tono abigarrado y multiforme y desarrollando capas liberales y artesanas. A pesar de esto, las clases populares continuaron expuestas a crisis alimenticias periódicas y su indignación continuó siendo explotada por oscuros complots políticos, tales como el Motín de Esquilache (1766) y el Motín de Aranjuez (1808). Poco después, estas mismas clases lucharían en las calles contra los franceses en la jornada conocida como los Levantamientos del 2 de mayo, uno de los capítulos más famosos de la historia de Madrid.

Los esfuerzos realizados por los Borbones para impulsar el desarrollo económico, urbanístico y cultural de la ciudad se vieron truncados como consecuencia de las guerras napoleónicas. Madrid no recuperó su ritmo hasta la tercera década del siglo XIX.

Entre 1840 y 1850, muchos de los antiguos conventos y fincas eclesiásticas adquiridos por comerciantes, profesionales liberales, terratenientes y financieros fueron demolidos con la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal y en su lugar se edificaron barrios enteros. A pesar de esto, el recinto urbano era prácticamente el mismo de la época de los Austrias.

Consolidación de Madrid como gran capital 

El crecimiento demográfico de Madrid no se debió, como en otras ciudades, al proceso de industrialización (la mayoría de las empresas industriales a principios del siglo XX eran de carácter tradicional para satisfacer la demanda local). A partir de 1920, hubo un incremento demográfico notable debido a la inmigraciónEn 1930, el 46,9% de los residentes habían nacido en otras provincias.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la capital, además de ser un importante centro de consumo, inició un proceso de modernización en el que se crearon grandes empresas y comenzaron a desarrollarse industrias químico-farmacéuticas, metalúrgicas y electromecánicas.

Madrid en el siglo XXI

Actualmente, la provincia de Madrid supera los seis millones de habitantes y es una de las ciudades más importantes de Europa. En los últimos años, ha acogido importantes cumbres internacionales, como la COP25 del Clima en 2019. 

Además, los grandes conciertos y eventos deportivos celebrados en España suelen tener la capital como escenario. Todo ello, sumado a la oferta cultural de Madrid y al ambiente de sus barrios convierten a la capital de España en un destino imprescindible, tanto para una escapada de dos días como para unas vacaciones largas. 

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