Por Carlos vallejo.
Maniquíes de fibra de vidrio reproducen la escena.
Se perseguía a quienes actuaban supuestamente. Contra
la fe y la religión cristiana, a quienes practicaban la brujería, a quienes
eran polígamos. A quienes habían proferido algunas blasfemia…; pero también a
los acusados de leer, vender o simplemente tener u algún libro o imagen oxénos.
Igualmente, quien tan solo leía una obra incluida en el índice de los libros prohibidos. Se hacía acreedor a un
“santo” castigo. Por su puesto. Eran delitos graves hacerse pasar religiosos
sin serlo y solicitar favores sexuales a las devotas en confesión. Así mismo se
castigaba toda actividad que en cualquier forma impidiese o dificultara las
labores del tribunal.
Al recibir una denuncia, los consultores opinaban
sobre ella y reunían pruebas. Luego ordenaban la aprehensión del acusado, a quien se le confiscaban su matrimonio para
garantizar el pago de los gastos de su proceso. Apresado. El acusado era
conducido a las mazmorras.
Construidas en los sótanos del edificio.
En la sala de audiencias.
Un escribano anotaba cada una de las palabras del
interrogatorio no había límite de tiempo para que el inquisidor preguntara. Cuando
el acusado se negaba a contestar.
Era enviado a la sala de tormentos. Siempre en compañía
del inquisidor y su escribano. Era sometido a las diversas maquinas de tortura,
fielmente reproducidas en el museo.
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