Por Luis
Javier Ferreras.
No crean
que voy a referirme al hecho ocurrido en 1822, no de lo que se trata es de una
nueva invasión que no se realiza en los mismos métodos, ni con el mismo nivel
de beligerancia. Los nuevos métodos utilizados por los haitianos para conseguir
quedarse en nuestro país y recibir del estado los servicios que nosotros mismos
muchas veces no alcanzamos, son las siguientes. Entre otros:
1.- Los
supuestos desnacionalizados, a pesar de que ya asumidos más de 200.000 a través
de un plan que nos costó más de 200 mil millones de pesos RD$ bajo las
presiones del embajador norteamericano, el secretario general de la ONU y la
OEA.
2.- La
Invasión por el vientre que es una estructura montada que se encarga de traer
parturientas haitianas a dar a luz a sus hijos en este lado de la isla y el
consecuente gasto que consume el 30% de los gastos en los hospitales
dominicanos.
3.- los que diariamente cruzan
la frontera huyendo de la miseria que abate a ese pueblo, país inviable que no
le ofrece ningún tipo garantía a ninguno de sus habitantes excepto a una cúpula
mafiosa que compuesta por comerciantes políticos y narcotraficantes que dominan
hegemónicamente todas las áreas del poder y que vive en altas montañas y
lugares resguardados donde se consume la buena música y los vinos franceses
lejos de la malaria, la tuberculosis y del cólera que padecen los demás, pero
que son los que administran más de 20.000 ONGs que reciben millones de dólares cada
año y no resuelven un solo problema mientras que por la frontera diariamente
cruzan por diferentes vías de acceso en contubernio con los militares, que
deben cuidarla. Todo esto ocurre con el
conocimiento y consentimiento de la ONU,
AID, USAID y el concurso de números ONG dominicanos que se nutren de esos
fondos. A todo esto se agrega la vertiginosa depredación a que han sometido a
nuestros bosques, que cada día son cortados para ser quemados en los hogares
haitianos que son usados para cocinar sus alimentos ya que, recen de estufas y
gas para ello. Ante la mirada indiferente de quienes dicen ser amigos de Haití.
Ante esa realidad cabe
preguntarse: ¿Quién podrá defendernos? ¿De qué sirve la economía del país crezca,
si nuestro cargo aumentará?
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