Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento).
Alrededor del año 1860. La cocina de doña Amalia (lucia
Victoria de Bacardí) en Santiago de Cuba
era un tanto diferente a lo que conocemos. Su marido, don francisco Bacardí
massó, la utilizaba por las noches para
experimentar con la destinación del azúcar después de trabajar en una
destilería.
En cierta ocasión, doña Amalia entró en su cocina y se
topo con murciélagos que habían entrado
por la ventana para disfrutar un poco el
licor que don Facundo preparaba. Descubrió que estos animales venían de una platanera cercana a su casa. Ella recordó
las historias de los indios cubanos, los taínos, quienes aseguraban que los murciélagos
eran mensajeros y dueños de los bienes culturales.
Después de un tiempo, la situación permitió a don Facundo
comprar, por 3 500 pesos, la destilería
en la que trabajaba. Fue así como el 4 de febrero de 1862 nació lo que
desde entonces se llama “el gran ron de Cuba”.
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