En una reciente mañana de domingo, Adeeb Jawad Joudeh Al Husseini estaba sentado en un banco dentro de la única entrada pública a la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
La puerta de entrada a la extensa iglesia, fundada en el siglo IV, es donde este musulmán de 53 años ha pasado gran parte de su vida.
Su padre, abuelo y decenas de generaciones de antepasados también dedicaron la mayor parte de sus vidas a sentarse en este banco, custodiando la iglesia que se cree contiene la tumba de Jesús, explica Al Husseini, sacando una llave de hierro de 20 centímetros del bolsillo interior de su chaqueta de cuero.
Esa llave es la única que puede abrir las imponentes puertas de madera de la iglesia, un deber que, según Al Husseini, fue encargado a su familia por Saladino, el sultán que arrebató Jerusalén a las Cruzados en 1187, una de las muchas veces en que el control de Jerusalén, codiciado por su santidad por judíos, cristianos y musulmanes, ha cambiado de manos.
Saladino quería asegurarse de que la iglesia no fuera dañada por otros musulmanes, algo que ocurrió en 1009 cuando el califa al-Hakim ordenó que se quemaran varias iglesias en Tierra Santa, incluido el Santo Sepulcro (el hijo de Al-Hakim aprobó la reconstrucción de la iglesia en 1128).
"Así que Saladino dio a nuestra familia la llave para proteger la iglesia", dijo Al Husseini.
"Para nuestra familia, esto es un honor. Y es un honor no solo para nuestra familia, sino para para todos los musulmanes del mundo".
Los miembros de la familia de Al Husseini, junto con otra familia musulmana, los Nuseibehs, se han convertido en parte integrante de la complicada estructura de la iglesia del Santo Sepulcro.
Una convivencia difícil
El complejo es ahora utilizado por seis diferentes iglesias antiguas -Católica, Ortodoxa Griega, Ortodoxa Armenia, Ortodoxa Siria, Etíope Ortodoxa y Copto Ortodoxa- cada una de las cuales tiene monjes que viven allí.
Para nuestra familia, esto es un honor. Y es un honor no solo para nuestra familia, sino para para todos los musulmanes del mundo"
A lo largo de la historia, las relaciones entre las comunidades religiosas de este complejo han sido tensas y a veces desembocan en violencia por el control sobre partes del edificio.
Hasta el día de hoy, un decreto otomano del siglo XIX intenta mantener estas tensiones bajo control declarando que cada confesión se limite a usar los espacios que controlaban cuando se emitió el decreto en 1853.
Cada mañana, cuando las puertas de la iglesia se abren a las 4 de la madrugada, miembros de las dos familias -o un representante designado por ellos- están presentes para lo que se ha convertido en un acto ceremonial de cooperación.
El representante musulmán retira el pestillo y empuja para abrir una puerta abierta, luego un clérigo de la Iglesia Católica Romana, Ortodoxa Griega o Armenia Ortodoxa -quienes se rotan la encomienda- abren la otra puerta desde el interior, mientras que un clérigo de otras denominaciones supervisa la ceremonia. Lo mismo sucede al revés, cuando la iglesia cierra sus puertas a las 7 de la tarde.
Los turistas y peregrinos que vienen aquí a besar la losa de piedra donde el cuerpo de Jesús fue lavado antes de su entierro, y entran en la cámara subterránea que se cree contiene su tumba, pasan delante de estos guardianes musulmanes, que se sientan en el banco gran parte del día mientras atienden a la familia y los negocios.
Una tradición
Los historiadores no pueden determinar a cuánto tiempo atrás se remonta el papel de estos porteros, pero tampoco han hecho serios intentos de refutar el legado, algo que la mayoría considera esencial para las operaciones diarias de la iglesia.
"Es básicamente como un montón de cosas en la iglesia; es una tradición", señala Raymond Cohen, profesor emérito de relaciones internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien estudió la iglesia y escribió el libro Saving the Holy Sepulchre ("Salvando el Santo Sepulcro"). "Y, en realidad, creo que es una de las joyas de Jerusalén".
Mientras que la familia de Al Husseini tiene la llave, la familia de Nuseibeh tiene a su cargo el trabajo físico de abrir y de cerrar la puerta de la iglesia, un deber que se remonta a 637, cuando el califa Omar trajo por primera vez el Islam a Jerusalén, explica Wajeeh Y Nuseibeh, de 67 años, quien está sentado en el banco junto a Al Huseini.
"Nuestra familia llegó por primera vez a Jerusalén con Omar", y desde entonces se le ha confiado la protección de la iglesia de los vándalos, dice Nuseibeh, entregándome su tarjeta de presentación, que declara que es "Custodio y portero de la Iglesia del Santo Sepulcro".
Pero Al Husseini insiste en que la familia de Nuseibeh entró en a formar parte de la apertura de las puertas de la iglesia mucho más tarde.
Conflictos entre potencias
Además de sobrevivir a los caprichos de los poderes gobernantes de Jerusalén, incluyendo cientos de años atrás, cuando el califato cobraba grandes sumas de dinero a los peregrinos que querían entrar, la iglesia también se ha visto desgarrada por conflictos internos.
Estos desacuerdos incluso amenazaron con provocar conflictos entre las potencias mundiales.
En 1853, Rusia amenazó con invadir Turquía si su gobierno otomano, que también controlaba Jerusalén, aceptaba la solicitud de Francia de entregar a los católicos romanos parte de la zona ortodoxa griega de la iglesia.
Esto hizo que el sultán otomano Abdulmecid I emitiera un decreto dictaminando que no habría más transferencia de propiedad y derechos dentro de la iglesia.
Hoy este status quo que se impuso a las denominaciones aún gobierna todas las facetas de la vida en la iglesia, desde los horarios programados de los servicios y los idiomas de las misas hasta la ruta de una procesión.
Cualquier cambio en la rutina es una amenaza de discordia y violencia, que se manifestó por última vez en 2008, cuando estalló una pelea entre clérigos ortodoxos griegos y ortodoxos armenios sobre la ruta de una procesión, lo que condujo a arrestos.
La delicada naturaleza de mantener el status quo significa que las renovaciones y reparaciones son raras, señala Cohen.
Pero después de décadas de negociaciones, los líderes católicos, armenios y griegos ortodoxos llegaron recientemente a un acuerdo histórico para reparar la estructura que cubre lo que creen es la tumba de Jesús, teniendo en cuenta que los arquitectos han advertido durante mucho tiempo que está en peligro de colapso.
La estructura cuadrada, conocida como edículo, situada debajo de la rotonda principal de la iglesia, ahora está cubierta por un andamio.
Este es el primer trabajo de reparación de la capilla de la tumba en más de 200 años y el primer proyecto importante para cualquier parte del edificio desde que fue restaurado, a comienzos de los años sesenta.
Un "suéter de lana"
Pero a pesar de que las confesiones pueden ahora cooperar mejor que en el pasado y confiar en la policía israelí para mantener el orden, los porteros son una encarnación de cómo las antiguas tradiciones y la participación de los forasteros ha determinado gran parte del curso de la historia del Santo Sepulcro.
"Las cosas son como un suéter de lana aquí; si empiezas a desenredarlo, todo se deshace", advirtió Cohen.
A las 6:30 de la tarde del domingo por la noche, media hora antes del cierre programado, un ruido fuerte perfora el silencio de la iglesia.
Es Omar Sumren realizando el golpe ritual de la aldaba, cerrando luego una de las puertas dobles en preparación para el cierre final.
Sumren y su hermano, Ishmael, han trabajado en nombre de Al Husseini durante 25 años, realizando las tareas de apertura y cierre cuando él está ocupado.
Justo antes de las 7 de la tarde, cuando los últimos visitantes se van, Ishmael levanta la escalera apoyada dentro de las puertas de la iglesia y la saca fuera.
Dos franciscanos católicos con sus trajes marrones con cinturones de cuerdas, junto con sacerdotes ortodoxos griegos y armenios vestidos de negro, se quedan en el umbral, observando cada movimiento.
Un policía israelí también está presente para el ritual diario.
Ishmael cierra la puerta y luego sube la escalera para cerrar el pestillo superior. Baja, dobla la escalera y la devuelve a los sacerdotes a través de una pequeña escotilla en la puerta.
Mientras los monjes inician otra noche dentro del recinto de la iglesia, Omar, encargado de la llave de Al Husseini, se retiran a una pequeña habitación justo al lado del patio principal frente a la iglesia.
Cada noche uno de estos hombres encargados de las tareas de la puerta y la llave duerme aquí, listo para realizar la apertura prevista por la mañana.
"Esta para mí es una segunda casa", dice Al Husseini.
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