El coronel del ejército Herbert Alboth, exjefe de los servicios secretos suizos, apareció muerto en su residencia en abril de 1990, con el abdomen apuñalado con su propia bayoneta, en una presunta imitación de suicidio, según el rito del harakiri japonés.
En carta enviada al Estado Mayor suizo, días antes, se comprometió a revelar toda la verdad sobre las actividades de grupos secretos de extrema derecha utilizados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la OTAN, en Europa. La policía dictaminó el caso como homicidio, pero nunca se detuvo a los responsables y desde entonces es el caso no resuelto más enigmático de la justicia en el país.
Según investigaciones, en Suiza funcionaba una facción de Gladio nombrada P-26, y servía de coordinadora para las acciones, por lo menos en el norte de Europa. Con la muerte de Alboth quedaron a buen recaudo esos secretos de una región considerada la más estable políticamente del mundo.
Herbert Alboth era solo uno de los cientos de implicados en toda Europa Occidental en las redes Gladios, nombre de las espadas utilizadas por los gladiadores, organizadas durante más de 40 años de guerra fría por la CIA y los servicios secretos de la OTAN.
El escándalo tuvo su punto culminante en octubre de 1990, a un año de la caída del Muro de Berlín, con las declaraciones del entonces presidente italiano, Francesco Consiga, y Giulio Andreotti, presidente del Consejo de Ministros, ante una comisión que investigaba el origen de hechos terroristas en Italia.
Ambos confirmaron y justificaron la existencia de esos ejércitos secretos, bajo el supuesto de hacer frente a la amenaza de la ocupación de la región por el Ejército Rojo en caso de una III Guerra Mundial, pero afirmaron que las estructuras eran obsoletas ante la desaparición del campo socialista y la crisis final de la URSS.
Las inesperadas declaraciones provocaron que se abrieran investigaciones en algunos parlamentos europeos, aunque no se llegó al fin del problema ni fue encausado ningún responsable.
Entre las acciones más conocidas de Gladio se encuentran el asesinato de cinco abogados sindicalistas en España en 1977, lo que puso en peligro la transición a la democracia en ese país después de la muerte del General Francisco Franco; la explosión de una bomba en Munich, Alemania, con 13 víctimas fatales, mientras en Bélgica grupos de hombres con armas automáticas ametrallaban zonas de comercio, provocando 28 muertos en dos años de esa práctica, entre otros hechos.
CONEXIÓN POSADA CARRILES-GLADIO
Muy pronto quedó evidenciado que el verdadero objetivo de las redes Gladio era mantener un estado de tensión en el Viejo Continente, dirigido contra los movimientos de izquierda y dar las justificaciones para el establecimiento de gobiernos de derecha favorables a EE. UU.
Todavía es un misterio no revelado en todos sus aspectos, el secuestro, después de eliminar a todos sus escoltas, y ulterior asesinato de Aldo Moro, presidente del Senado italiano, el 16 de marzo de 1978, por la Brigada Roja, penetrada por los servicios secretos italianos y la CIA, cuando se encaminaba a una sesión del Congreso, en el que iba a defender la inclusión de los comunistas en el Gobierno.
Nueve años después también era asesinado el primer ministro sueco Olof Palmer, dirigente del Partido Social Demócrata, en plena calle ante su hijo, su nuera y su esposa, que resultó herida. Era amigo de Cuba, solidario con el Tercer Mundo, opuesto a la Guerra de Vietnam y a la política agresiva estadounidense. Nunca se llegó a detener a los asesinos, a pesar de más de 20 años de investigaciones.
También la red Gladio cruzó el Atlántico. Luis Posada Carrriles, agente de la CIA, coordinó acciones en Chile a inicios de 1976 durante la dictadura de Augusto Pinochet, con el neofascista italiano Stefano Delle Chiaie, cabeza de la secta italiana de esa organización, y unieron fuerzas para la coordinación de los atentados terroristas contra blancos de la izquierda chilena y representaciones cubanas y revolucionarios del cono sur, para dar origen a la Operación Cóndor. Pocos meses después, Posada Carriles dirigió el sabotaje en pleno vuelo del avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976.
Han pasado años de estos hechos y la historia de Gladio y la penetración de la CIA en los asuntos europeos pasó a ser leyenda de la Guerra Fría, expuestas por los grandes medios y gobiernos occidentales con visos de patriotismo y hasta de mal necesario, pues los ejércitos secretos supuestamente se preparaban para hacer
frente a una eventual ocupación soviética al estilo de la resistencia contra los nazis, a pesar de que los miembros de esos ejércitos profesaban ideologías extremistas y admiraban a sus antepasados fascistas .
A inicios de la década de los 90, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama acuñó una frase que contenía más de marketing académico que de ciencia, el llamado fin de la historia. Sus ideas resumían que, derrotado el comunismo europeo, el capitalismo se establecería como el destino final de la historia, sin contrincantes en la escena.
LAS PIZZAS DE GORBACHOV
Pero una interpretación coherente de esas ideas podía concebir lo innecesario de la OTAN y sus bases en Europa, donde no se justificaban si en el Kremlin gobernaban mandatarios que deseaban construir el capitalismo y a pocos metros de la Plaza Roja los McDonald eran inaugurados como símbolos de una nueva época y hasta el expresidente de la URSS, Mijail Gorbachov, accedió a hacer un comercial alabando la calidad de una marca de pizzas norteamericanas.
De acuerdo con esa lógica también Europa, junto a una Alemania unificada, aceleraría sus pasos hacia la integración en la Comunidad Europea como contrapeso económico y político a EE. UU., libre de la necesidad de su tutela militar ante el peligro ruso. Esa ilusión que pudo albergar algún político europeo duró poco.
Pronto apareció otro adversario: Saddan Hussein, quien no pudo ser más oportuno para las necesidades de un nuevo «blanco» para EE. UU.
Hussein, al invadir a Kuwait en 1990, le dio el pretexto a Washington para que empleara su fuerza y encabezara una coalición de la ONU. Después seguiría la saga de guerras tras el 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, y posteriormente en Iraq.
EL «LOBO SOLITARIO» ANDERS BEHRING BREIVIK
Para la época, Anders Behring Breivik, el futuro asesino en serie de Oslo, complementaría su formación. Se educó en una familia de profesionales de clase alta. Su padre, un exdiplomático, se mostró arrepentido por los hechos de su hijo, y quizá las primeras lecturas de adolescente sobre ideas neonazis, se hayan inspirado en ese pasado reciente de las acciones de Gladio y las nuevas guerras que libraba EE. UU.
Aunque no se excluyen que sectas e individuos actúen realmente por su cuenta, fuera de toda supervisión, no se puede eximir de responsabilidades a las organizaciones y los servicios secretos que los inspiran, de forma directa o indirecta, y fracasan en el control de esas personas o grupos terroristas.
Anders Behring Breivik, de 32 años en aquel entonces, inicio su «gran» golpe con el atentado con explosivos en las oficinas del primer ministro de Noruega, el laborista Jen Stoltenberg, del 22 de julio de 2011, en el que murieron ocho civiles. Enseguida los grandes medios y países occidentales, en especial EE. UU, acusaron a supuestas células islamistas con la acción.
Dos días después llegó Behring a la isla de descanso de Utoya, de la Juventud del Partido Laborista, repleta de jóvenes veraneantes a 20 minutos de Oslo. Escogió una buena posición de tiro sobre el balneario, preparó su fusil automático de fabricación alemana AG3, de calibre 7.62 y durante 90 minutos disparó concienzudamente más de cien disparos a un ritmo de competición sobre los aterrados bañistas que servían de blancos vivos, y remató a algunos de ellos que pedían clemencia.
Asesinó alrededor de 70 personas, la mayoría adolescentes, antes de entregarse a la ineficaz policía que apareció al final de la matanza. En sus primeras declaraciones después de ser detenido, y reproducidas ampliamente, por los medios, dijo: «Luchemos junto a Israel, con nuestros amigos sionistas contra todos los antisionistas, contra los marxistas culturales y los multiculturalistas». Y agregó que existen dos células más en su organización.
El gobierno había anunciado que abandonaría la coalición que atacaba a Libia, estableció acuerdos en la industria del petróleo con Venezuela y Bolivia, además de reconocer la independencia palestina, entre otras posiciones progresistas en la esfera internacional.
Miles de visitantes llenaron diariamente con flores y velas el lugar de la más terrible matanza en la historia de Noruega, mientras el asesino de Oslo el 24 de agosto de 2012 fue condenado a una pena de 21 años de cárcel, prorrogables si las autoridades encuentran que, tras pasar dicho periodo, sigue siendo peligroso para la sociedad.
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