La mujer agonizaba. El hospital Mt. Sinai de Nueva York estaba a punto de llamar al esposo y decirle que no quedaban más recursos. Entonces el doctor Hooman Poor decidió arriesgarse con algo nuevo.
En la búsqueda frenética de un tratamiento y tomando decisiones estresantes y de alto riesgo, médicos de todo el mundo intentan descubrir cómo el COVID-19 mata a sus pacientes. Una teoría que gana aceptación es que pequeños coágulos de sangre taponan los pulmones de los enfermos más graves.
Poor no podía demostrarlo. Las pruebas requeridas significarían mayor peligro para sus colaboradores, que ya estaban en riesgo de contagiarse, pero el especialista en pulmón vio pistas que “clamaban coágulos sanguíneos”. Entonces suministró una medicina conocida para el tratamiento de ataques cardíacos y contuvo el aliento.
“Dije, ‘¿qué podemos perder?’”, dijo Poor a The Associated Press. “Entonces decidí darle no sólo un diluyente de sangre sino un anticoagulante”.
El efecto de los coágulos en al menos algunos enfermos de COVID-19 es un misterio.
Los médicos chinos fueron los primeros en advertirlo. En marzo, cardiólogos chinos aconsejaron al Colegio de Cardiología de Estados Unidos que vigilaran los coágulos y dijeron que ciertos análisis de sangre que muestran un aumento del riesgo de coágulos podrían indicar cuáles eran los pacientes en mayor peligro. Otros informes destacaron que los coágulos podían aparecer en todo el organismo. ¿Pero eran causa o consecuencia del deterioro?
Muchos hospitales ya ensayan dosis preventivas de diluyentes para impedir la formación de coágulos. Ya existe un debate sobre la clase de anticoagulantes que conviene usar, cuál es la dosis segura _estas medicinas pueden provocar hemorragias peligrosas_ y cuándo conviene comenzar.
En Nueva York, Poor dio un paso más con una medicina llamada tPA, que no previene los coágulos, sino que los rompe.
Es un ejemplo de cómo, a falta de una vacuna o un tratamiento aprobado para el coronavirus, muchos médicos siguen los rastros y pistas en busca de algo que se pueda intentar.
La paciente de 55 años murió de una serie de complicaciones, pero el equipo de Poor ensayó el tratamiento contra los coágulos en cuatro enfermos graves más, uno de los cuales no sobrevivió, abatido por un enorme coágulo que le provocó un paro cardíaco.
En los demás, hubo mejoras en los niveles de oxígeno. Al viernes, tres estaban con respiradores y evolucionaban favorablemente, sobre todo una que había recibido tratamiento inmediato por insuficiencia pulmonar. Poor ha pedido que se realice un estudio urgente sobre si la coagulación anormal es la causa del deterioro en siquiera algunos enfermos. Mientras tanto, su hospital ha actualizado los consejos para el tratamiento de los casos más graves.
Otros siguen la misma pista. Especialistas en las universidades de Colorado y Harvard publicaron recientemente informes sobre el uso similar de tPA y citaron tres casos adicionales.
“Tratamos enfermos extremadamente graves que mueren sin que podamos ensayar diagnósticos”, pero aun así estamos obligados a tomar decisiones sobre el tratamiento, dijo el doctor Steven Pugliese, especialista en pulmones de la Universidad de Pensilvania.
Pugliese dijo que el informe de Poor sobre el tPA es “sumamente interesante” y añadió que “estos médicos de pacientes gravemente enfermos tuvieron que tomar decisiones basadas en su buen juicio, e hicieron bien”.
Pero dado el peligro de hemorragias, se debe estudiar en enfermos escogidos cuidadosamente, dijo Pugliese, sobre todo porque no hay manera de determinar de antemano quién tiene los pequeños coágulos.
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