Leonel Fernández celebra lleno de orgullo las victorias del PLD sobre el 50%, como un fenómeno muy singular en un partido que define como progresista, en tiempos modernos. ¿Tiene acaso sentido ese alborozo? Si escuchamos a Moisés Naím en “El fin del poder”, edición de 2015, el expresidente dominicano podría tener suficientes motivos para hacer ese tipo de valoración.
Naím analiza el proceso de multiplicación de los procesos electorales en el sistema democrático, para concluir que esa proliferación de concurrencia a las urnas tiende a restringir el margen de actuación de los líderes políticos, una manifestación de los tantos causales y tendencias que influyen en los procesos de pérdida de poder de los actores tradicionales.
“Las elecciones son cada vez más frecuentes en casi todas partes, y podemos notar el deseo de contar con sistemas y técnicas que garanticen que las elecciones sean más transparentes y libres de fraude”, dice Naím.
Y en efecto, analiza “el asombroso declive de la mayoría electoral”. Y añade:
“… Hoy en día, las minorías mandan. En 2012, de los treinta y cuatro miembros del “club de los países ricos”, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, sólo cuatro tenían un gobierno que disfrutara también de la mayoría absoluta en el Parlamento.
Cita el caso de India, en las elecciones de 2009: “los escaños se repartieron entre treinta y cinco partidos; ninguno ha obtenido la mayoría absoluta desde 1984. De hecho, las mayorías absolutas están declinando en todo el mundo”, menos, observamos por aquí, en República Dominicana.
Naím plantea que “desde mediados de la década de 1940 hasta hoy, en las democracias electorales los partidos minoritarios han obtenido en promedio más del 50 por ciento de los escaños en el Parlamento; en 2008, los partidos minoritarios controlaban una media del 55 por ciento de los escaños”.
También en países no democráticos
Ese fenómeno de disminución de las mayorías absolutas no es único de los países democráticos. Naín dice que “incluso en países no considerados democracias, los partidos pequeños tienen cada vez más influencia. Hace tres décadas, los grupos minoritarios de esos países ocupaban menos del 10 por ciento de los escaños; hoy, su presencia ha aumentado en promedio cerca del 30 por ciento”.
“Por eso,” añade el autor, “cuando hoy los políticos aseguran tener un “mandato”, lo más probable es que estén haciéndose ilusiones. Una victoria electoral contundente como la que podría justificar esa terminología es demasiado infrecuente. Los politólogos destacan que incluso en Estados Unidos, donde podría parecer que el sistema bipartidista genera vencedores y perdedores claros, sólo hay una elección presidencial reciente –la de Ronald Reagan en 1984, con la derrota de Walter Mondale- que se puede calificar de victoria aplastante. Reagan no sólo se llevó los votos electorales de todos los estados menos uno, sino que además obtuvo una proporción enorme del voto popular, el 59 por ciento, un margen que ningún otro candidato estadounidense ha igualado o superado desde entonces…”.
“Ese tipo de victoria es aún más improbable”, sostiene Naím, “en sistemas con tres, cuatro, cinco o más grandes partidos y muchos pequeños en los que los apoyos se reparten”.
El caso español podría observarse para confirmar el punto de vista del autor, es la más reciente expresión de esa tendencia global.
En consecuencia, adelanta Naím, “el noble arte de gobernar hoy depende de una habilidad mucho más manipulativa y pragmática: la de formar y mantener una coalición. Las componendas que requieren las coaliciones dan a los partidos pequeños más poder para exigir a cambio de su apoyo concesiones políticas, puestos ministeriales u otras ventajas…”.
Estos fragmentos citados extraídos de la obra de Moisés Naím parecerían dar razón al proclamado orgullo del presidente del PLD. El PLD ha mostrado que conoce las reglas para hacerlo.
Ahora habría que ver, hasta cuándo estará navegando exitosamente en un mar político cada vez más agitado, donde las victorias de mayorías absolutas son de excepción. l
Moisés Naím
“Las elecciones son cada vez más frecuentes en casi todas partes, y podemos notar el deseo de contar con sistemas y técnicas que garanticen que las elecciones sean más transparentes y libres de fraude”.
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