Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento).
En una de sus campañas para conquistar el mundo antiguo, el
macedonio Alejandro magno (356-323 A.C) se enfrento a Darío. Este calculó que
podría ser derrotado, así que buscó un arreglo antes de perder su reino. Un mensajero
llegó al campamento de Alejandro con una misiva: Darío le concedía la mano de
su hija Statira –famosa por su belleza –y, además, como dote. Todos los
territorios de Asia menor y un tesoro valuado en diez mil toneladas de
oro. Al escuchar la propuesta, los
presentes murmuraron. Solo parmenon –consejero de Alejandro –expresó en voz
alta su pensamiento. El cual sonó, en realidad, a recomendación “si yo fuera Alejandro,
aceptara la propuesta”… pero Alejandro lo atajó “también yo, si fuera Pármeno…” los ejércitos se enfrentaron en la llanura de
issos, delimitadada, por un lago por el mar y por el otro, por las montañas. Darío
no tuvo espacio para mover ni replegar sus fuerzas. Que eran el doble del
azdermecedonio. Una vez derrotado, se dio a la fuga.
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