Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento)
Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento).
Has escuchado hasta el cansancio que usar pantaletas de
algodón reduce el riesgo de co
ntraer las, pero ésa no es la única manera de
mantener las infecciones vaginales bajo control, dice el ginecólogo John
Ginebra es un lugar muy
rico, el hogar de un enorme sector bancario privado, Naciones Unidas y las
casas de subastas Sotheby's y Christie's, que venden regularmente enormes
piedras preciosas a precios deslumbrantes.
Y este mes la ciudad
Suiza también también está introduciendo el salario mínimo mensual más alto del
mundo, en respuesta a un referendo celebrado a finales de septiembre.
Las 10 ciudades con los
salarios más altos del mundo
La nueva tarifa de 23
francos suizos por hora, equivalente US$25, se traducirá en un salario mínimo
mensual de más de US$4.300.
Y es que este cantón
suizo puede ser muy rico, pero también es el hogar de decenas de miles de
trabajadores de hoteles, camareros, limpiadores y peluqueros que luchan por
ganarse la vida.
De hecho, cuando Suiza
entró en confinamiento en marzo pasado, las imágenes de personas haciendo fila
en los bancos de alimentos de Ginebra fueron noticia.
Pero la realidad es que
los bancos de alimentos ya existían antes de la pandemia y siguen ahí tres
meses después de terminado el confinamiento.
Ciudad costosa
La organización benéfica
de Charly Hernández, Colis du Coeur ("Paquetes del corazón"),
distribuye miles de bolsas de comestibles a la semana en un banco de alimentos
en el centro de la ciudad.
Las filas son largas y la
mayoría de las personas que hacen cola son mujeres, muchas de ellas con niños
pequeños.
Y aunque 4.000 francos al
mes puede parecer mucho dinero, según Charly ese no es el caso si uno vive en
Ginebra.
"Una habitación
individual cuesta 1.000 francos al mes, si puedes sobrevivir con 500 francos
mensuales para la comida eres un muy buen administrador y el seguro médico
cuesta 550 mensuales por persona", explica Hernández.
"Si eres una familia
con dos hijos, apenas llegas", dice.
En ese contexto, el nuevo
salario mínimo hará la diferencia para muchas personas que han tenido que
recurrir al banco de alimentos, como Ingrid.
"Al final del mes,
mis bolsillos están vacíos. Este [banco de alimentos] ha sido genial, porque
tienes una semana de comida. Una semana de alivio", dice.
Y es que incluso algunos
de los voluntarios de Colis du Coeur, como Laura, encuentran difícil el costo
de vida de Ginebra.
Con su salario de
enfermera no puede permitirse un lugar propio en la ciudad.
"Viviría en un lugar
muy pequeño, en una habitación. Así que todavía vivo con mi familia. Tengo 26
años", cuenta.
Momento difícil
Ahora, sin embargo, las
empresas que paguen menos de 23 francos por hora ahora tendrán que aumentar el
salario de sus empleados.
Pero tener que hacer
frente a este nuevo costo en medio de la pandemia de covid y una caída drástica
de las ganancias podría causar más mal que bien, teme Vincent Subilia, de la
Cámara de Comercio de Ginebra.
"Hoteles,
restaurantes, son sectores que ya se enfrentan a grandes desafíos debido a la
pandemia. Y esto podría poner en peligro su existencia", advierte Subilia.
Un restaurador, Stefano
Fanari, le dijo a la televisión suiza que no creía poder pagar la factura.
Como jefe de cocina, su
salario mensual oscila entre 5.000 y 6.000 francos mensuales.
"¿Cómo puedo
continuar si tengo que pagar tanto a los lavavajillas? ¿Debería reducir sus
horas?", preguntó Fanari.
"No me
malinterpretes, no estoy en contra de que alguien gane 4.000 al mes. Pero hay
un punto en el que no podemos pagar eso. Me sacrifiqué, trabajo 12 horas al día
aquí . ¿Qué tengo que hacer?", dijo.
Decisión popular
El salario mínimo de
Ginebra, sin embargo, se convirtió en ley no porque el gobierno lo impusiera,
sino porque los ciudadanos lo propusieron como una "iniciativa
popular".
Reunieron suficientes
firmas para convocar un referendo sobre el tema, y el 27 de septiembre los
votantes dijeron que sí, por un abrumador 58% a 42%.
El sistema de democracia
directa de Suiza significa que los votantes tienen la última palabra, por lo
que el salario mínimo ahora es obligatorio.
A menudo, los ciudadanos
suizos tienden a votar con mucha cautela cuando se trata de gastar dinero
público. Pero en septiembre también respaldaron la introducción a nivel
nacional de la licencia de paternidad remunerada de dos semanas.
Y, para Charly Hernández,
estos movimientos son señales positivas de que, especialmente en tiempos tan
difíciles, la gente en este país tan rico se cuida la una a la otra.
"Votaron a favor y
estoy eufórico. Tenemos una democracia muy directa que es genial, pero lo que
mucha gente no sabe es que la mayoría de las iniciativas de la gente son
rechazadas", dice.
"Es excepcional que
las cosas se aprueben, así que creo que las cosas están mejorando... Es verdad
que a un ritmo lento, pero ese es el ritmo suizo", agrega.
La próxima prueba para
los votantes será a finales de este mes, cuando los suizos decidan sobre una
"iniciativa empresarial responsable".
Eso requeriría que las
empresas con sede en Suiza asuman la responsabilidad legal y financiera por los
abusos ambientales y de derechos humanos a lo largo de sus cadenas de
suministro, en cualquier parte del mundo.
Un "sí" a eso
podría costar mucho más que el salario mínimo más alto del mundo de Ginebra.
¿Por qué el conteo de los
votos electorales en las elecciones de Estados Unidos no es el mismo en todos
los medios?
Es muy posible que te
sientas confundido al ver que el número de votos electorales que han conseguido
Donald Trump y Joe Biden varía según el medio de comunicación que mires.
Esto se debe a que
algunos sitios han proyectado que Biden gana en Arizona (es decir, 11 votos
electorales adicionales) y en Wisconsin (otros 10 votos electorales más).
Es la pregunta que todos nos hacemos. Qué ha pasado para que, en solo unas semanas, nos encontremos en una situación igual o peor a la que teníamos durante el confinamiento de primavera.
La velocidad de
propagación nos sorprende y, aunque aún no tenemos todas las respuestas a la
pregunta, en las últimas semanas se han hecho descubrimientos muy importantes
que nos ayudan a entender qué está pasando.
Europa vive "un
intenso y alarmante aumento" de muertes por covid-19 de casi el 40% en una
semana, según la OMS
¿Es más contagioso el
SARS-CoV-2 que otros coronavirus?
La respuesta es sí. Hay
otros dos coronavirus muy similares que causan también una patología
respiratoria muy grave: el SARS-CoV, que apareció en China en 2003, y el MERS,
que se diseminó en Oriente Medio en 2012.
Ambos tenían una tasa de
letalidad mucho mayor que el SARS-CoV-2 (murieron el 35% de los pacientes con
MERS), pero su infectividad fue mucho menor. A pesar de los temores iniciales,
ambos brotes se extinguieron sin causar la temida pandemia.
Pero, si son tan
parecidos ¿por qué el coronavirus actual es tan sumamente contagioso, mientras
que los otros no lo fueron?
La respuesta está en la
inserción de cuatro aminoácidos. Solo cuatro.
Un virus, en realidad,
actúa como un parásito que necesita introducirse dentro de una célula para
replicarse.
Para entrar en ella, se
acopla a una molécula presente en la superficie de la misma (su receptor) y,
una vez anclado, este receptor hace de caballo de Troya al internalizarse y
arrastrar consigo al virus hasta dentro de la célula.
Para que esto ocurra es
necesario que la membrana del virus y la de la célula se fusionen, y ahí juegan
un papel clave determinadas enzimas (proteasas) que favorecen este proceso.
Podríamos pensar que el
SARS-CoV-2 es mucho más infeccioso que sus otros dos parientes próximos porque
utiliza un receptor o proteasas diferentes. Pues no.
Usa el mismo receptor (la
enzima convertasa de angiotensina-2, ACE-2), y también la misma proteasa (la
proteasa transmembrana serina 2, TMPRSS2).
Entonces, ¿cuál es la
diferencia? Volvemos a los cuatro aminoácidos que se han insertado en la
proteína de la espícula (la "corona") del nuevo virus, y que no está
presente en los anteriores.
Esos cuatro aminoácidos
(Arginina-Arginina-Alanina-Arginina, RRAR), crean un nuevo sitio de corte sobre
el que puede actuar otra proteasa diferente, la furina, muy activa y abundante
en el pulmón.
Desde hace meses se
sospechaba que este sitio era un elemento clave para explicar la mayor
infectividad del SARS-CoV-2, pero solo recientemente hemos confirmado esta
hipótesis.
En un interesante estudio
se produjo en el laboratorio una variante del SARS-CoV-2 al que le habían
eliminado estos cuatro aminoácidos, por lo que ya no existía el sitio de corte
para la furina.
La variante resultante
tenía una menor capacidad de infectar in vitro células de pulmón y también una
menor capacidad de infectar animales modelo.
Los hámsteres infectados
con la variante deleccionada tenían una enfermedad muy suave y el virus tenía
una escasa capacidad de replicación, mientras que los animales infectados con
el SARS-CoV-2 no manipulado sufrían una enfermedad grave.
Por tanto, este sitio de
corte para la furina (los cuatro aminoácidos insertados) confiere una
infectividad mucho mayor al virus causante de la covid-19 que la exhibida por
sus antecesores de 2003 y 2012.
Pero eso no es todo.
Datos muy recientes han demostrado que, como consecuencia del corte de la
furina, se crea en el SARS-CoV-2 un segundo sitio, tampoco presente en sus
antecesores, que favorece la infección al interaccionar con una nueva molécula:
la neuropilina, que ayuda aún más a la entrada del virus.
Un pequeño cambio nos ha
ocasionado un gran problema.
No había muchas dudas de que llegarían, sino más bien de cuándo lo harían y ya están aquí. El desenlace incierto de las elecciones en Estados Unidos, con dos bandos que temen que les roben las elecciones, ha puesto en marcha las protestas en varias capitales del país. Por el momento parecen ser más numerosas las movilizaciones de los simpatizantes demócratas, pero todo podría cambiar si Donald Trump pierde los comicios.
El presidente sigue
avivando el fantasma del fraude y llamando a sus seguidores para que defiendan
la integridad del escrutinio, la misma que él ha socavado al lanzar una
ofensiva legal que cuestiona los rudimentos básicos del proceso electoral y la
limpieza de los recuentos. Entre medio, crece la desinformación y las lecturas
apocalípticas de lo que podría implicar la victoria de uno u otro.
La presión del trumpismo
se ha trasladado a los centros de procesamiento de votos en estados como
Nevada, Arizona y Michigan, tres de los que decidirán las elecciones. Docenas
de seguidores del presidente se concentraron el jueves a las puertas de uno de
esos centros en el norte de Las Vegas para denunciar un supuesto fraude
electoral al grito de "paren el robo".
Entre la multitud
anónima, había algunos notables del partido, como el presidente de la Unión
Conservadora Americana, Matt Schlapp, o el ex director interino de la
inteligencia nacional, Eric Grenell. Pero fue el antiguo fiscal general de
Nevada, el republicano Adam Laxalt, quien le puso más pimienta al griterío. Sin
aportar ninguna prueba, Laxalt dijo que ha votado allí gente muerta y de otros
estados. "Le pedimos al juez que se dejen de contar los votos debido a
todas estas irregularidades".
También en Phoenix
(Arizona) volvieron a concentrarse los seguidores del presidente, después de
que muchos de ellos se presentaran la víspera con armas largas y pistolas en
las inmediaciones de un centro de recuento de votos. Una imagen similar a la
que se dio en Detroit (Michigan).
La teoría del fraude
sigue alimentada desde buena parte del universo mediático conservador.
"Desde carteros que cambian la fecha del matasellos del voto por correo a
gente fallecida en 1984 que aparece entre los registros de votantes, las
pruebas sobre el robo son abundantes", titulaba Infowars, el portal de
Alex Jones, el rey de las conspiraciones. Un Jones que está vendiendo a sus
millones de radioyentes que Joe Biden es un agente encubierto de China que
estaría preparándose para hacer de EE UU un satélite totalitario de Pekín.
Todavía más audiencia
tiene Fox News y Tucker Carlson, uno de sus presentadores estrella. "Si
los demócratas ganan la Casa Blanca y el Senado, el país que conocíamos hasta
ahora dejará de existir. No porque los demócratas tengan malas ideas, que las
tienen, sino porque planean imponer un sistema totalmente nuevo sobre nuestro
país", dijo en su programa del miércoles por la noche. Son declaraciones
como esas las que fomentan la paranoia de los conservadores, no muy distintas
al catastrofismo que vende Trump.
Pero también el universo
demócrata está nervioso al ver como sus rivales tratan de litigar los recuentos
en los tribunales. Con más gente que sus rivales, sus protestas se dejaron
sentir el miércoles por la noche en Portland, Nueva York, Filadelfia o Chicago.
En Minneapolis, la ciudad donde murió George Floyd hace unos meses asfixiado
por la rodilla de un policía, más de 500 personas fueron arrestadas por marchar
por una carretera interestatal. "Nuestro foco es impedir que Donald Trump
le robe estas elecciones al pueblo estadounidense", le dijo a ‘The New
York Times” una abogada que participó en las marchas.
Portland ha sido un
polvorín en los últimos meses de protestas raciales. Los anarquistas tienen
predicamento en la ciudad. Y el miércoles cientos de personas marcharon para
pedir que se cuente hasta el último voto y se impida a los republicanos
subvertir el resultado de las elecciones. Hubo enfrentamientos con la policía y
decenas de arrestos. Los agentes confiscaron armas, munición, petardos, un
cuchillo y varias máscaras de gas, según la oficina del sheriff.
La gobernadora de Oregón llamó al despliegue de la Guardia Nacional, después de muchos meses de algaradas casi ininterrumpidas. "Es importante que confiemos en el proceso y un sistema que ha garantizado elecciones libres y justas en este país durante décadas, incluso en tiempos de grandes crisis", afirmó la gobernador
Quizás para que no parezca que sus quejas carecen de realismo, CCOO decidió, durante la primera semana del curso 2020-2021, consultar a los profesores sobre sus condiciones de trabajo. Y así, con cifras y testimonios, no solo opiniones, este sindicato llega a la conclusión de que los profesionales de la docencia están realizando su trabajo en unas condiciones muy mejorables. Por ejemplo: en tres de cada cuatro aulas no se puede mantener la distancia de seguridad de metro y medio, el 40% de las clases de primaria superan la ratio de 20 alumnos y el 27% de los 1.750 encuestados asegura que a su centro no han llegado las mascarillas higiénicas prometidas.
Es habitual que los
sindicatos de la enseñanza sean duros con el Departament d'Educació, con indiferencia
de quién ostente esa cartera. Aunque es cierto que en tiempos de recortes, a
partir del 2010, con Irene Rigau al frente, su nivel de ira tocó techo. Siguen
enfurecidos porque el inconformismo forma parte de su ADN y de su estrategia,
pero es menos habitual que acompañen el mensaje de la opinión directa de los
interesados. CCOO llega a la conclusión de que los medios desplegados por el
Govern "son claramente insuficientes para hacer frente a las
circunstancias excepcionales de este curso". Por ello, reclaman, es
necesario "iniciar un verdadero proceso negociador para asegurar el
derecho a una educación segura para todos".
Limpieza y menos niños
La ausencia de diálogo
con la 'conselleria' de Josep Bargalló, amén de las quejas sobre recursos y
condiciones laborales, es otro de los clásicos en esta batalla entre la
Generalitat y sindicatos de la educación pública. Sus demandas en tiempos de
pandemia, de sobra conocidas: reducción de ratios, promoción de salidas
culturales y ocio con la finalidad de esponjar los centros educativos,
incrementar la limpieza y desinfección de las escuelas y protección de todo el
personal con las medidas adecuadas.
Los 1.750 profesionales
que han respondido la encuesta trabajan en 1.246 centros distribuidos en 284
municipios. Una muestra ciertamente representativa. A la pregunta de su han
llegado las mascarillas FFP2 solicitadas por los sindicatos, un 57,7% de los
profesores dicen que no. Un "dato preocupante", según CCOO, a pesar
de que el secretario de Salut Pública, Josep Maria Argimon, aseguró semanas
atrás que este nivel de protección no es necesario en la enseñanza, y que con
las quirúrgicas están ya protegidos. Otro 37,8% dicen que el gel
hidroalcohólico proporcionado no es suficiente, por un 58,5% que sí lo ven bien.
El 74,4 de los docentes
dicen que no es posible mantener la distancia de metro y medio en el aula
Especialmente sangrante
es el asunto de la distancia de seguridad, puesto que el 74,4% de los
entrevistados asegura que no hay manera física de garantizar esa separación.
Educació, sin embargo, siempre se ha escudado en la idea de los grupos burbuja
para garantizar el buen funcionamiento y la continuidad de los centros
educativos. Es decir, que no es tan importante el espacio entre estudiantes,
siempre difícil de controlar, como el estancamiento de las aulas, de manera que
si se produce un positivo, solo se va a casa ese grupo. Respecto a la limpieza
de los baños, el sindicato denuncia que solo el 4,1% de los encuestados
aseguran disponer de una desinfección constante, y el 30,9% dicen que ese
repaso a fondo solo se hace una vez al día. La mayoría, un 45,6%, sostienen que
los lavabos se limpian en dos ocasiones cada jornada.
Límite legal
La ratio es quizás uno de
los puntos más inquietantes. En el momento en el que Salut ha limitado los
encuentros a seis personas, en el 41% de las clases de primaria hay más de 20
alumnos, el límite legal. En infantil, el 39% también superan esa cifra,
mientras que en secundaria solo el 3,42% de los grupos están por encima del límite
establecido para estas edades (30). En FP y bachillerato no llegan al 1%,
mientras que la formación de adultos, casi el 52% de los grupos tienen más de
24 estudiantes.
De los 1.750
entrevistados, cerca de 800 añadieron algún comentario en la encuesta. Giran en
torno a las carencias de material y recurso humanos, y coinciden en el gran
esfuerzo que está haciendo tanto la comunidad educativa como la dirección de
las escuelas. Pasadas dos semanas, o unas cuantas más, sería interesante volver
a realizar la encuesta. Por si eran los errores propios del estreno o estamos
ante un fallo del sistema.
Estados Unidos no se ha rebelado contra la deriva moral de los últimos cuatro años, la depreciación de su democracia ni la mala educación que ha contaminado la Casa Blanca. El país ha salido de las elecciones más trascendentales de los últimos tiempos tan fracturado en dos mitades como lo estaba antes de los comicios y acechado por la amenaza latente de una larga batalla judicial para certificar a su ganador. El resultado en seis estados sigue en el aire, pero a medida que pasan las horas aumentan las opciones para que el demócrata Joe Biden se convierta en el próximo presidente. Nada hace presagiar que será un camino fácil, después de que Donald Trump se atribuyera la victoria mucho antes de conocerse el resultado, denunciara un fraude fantasma y moviera ficha para impulsar nuevos recuentos en varios estados.
Ese ataque a la
legitimidad de la democracia estadounidense no tiene precedentes, por más que
el republicano lleve meses telegrafiándolo. Pero tampoco debería extrañar
viniendo de un dirigente que ha utilizado el cargo para enriquecerse, que
siente fascinación por los dictadores y desprecia la verdad de forma
sistemática. Más de 22.000 mentiras o afirmaciones falsas desde que comenzó su
presidencia, según el recuento de ‘The Washington Post’. "Esto es un
fraude contra el público estadounidense. Una vergüenza para nuestro país. Nos
estábamos preparando para ganar estas elecciones y, francamente, las hemos
ganado", dijo la madrugada del martes cuando los resultados inicialmente
muy favorables a su candidatura empezaban a enfriarse.
Cambio de color
Eso mismo habían previsto
los observadores: una marea inicial roja que poco a poco se iría cubriendo del
azul demócrata. Esencialmente porque el voto anticipado en varios de los
estados decisivos se ha contado después del emitido durante la jornada
electoral. Y ese voto por correo favorece abrumadoramente a Biden porque sus
seguidores le tienen más respeto a la pandemia, tal y como confirmaron los
sondeos a pie de urna. "No me corresponde a mí ni a Trump declarar al
ganador de estas elecciones", dijo el demócrata la noche del martes en un
breve discurso desde Delaware. "La decisión es del pueblo
estadounidense".
Biden le daba la vuelta a
Arizona por primera vez en tres lustros, se ha impuesto en Wisconsin por menos
del 1% de los votos y Michiga, acaricia
la victoria en Nevada y no descarta dar la sorpresa en Georgia. A medida que
algunos de esos estados cambiaban de color el miércoles, repuntaban las bolsas
de Wall Street, toda una señal de que no se han creído la cantinela del
presidente, que ha vaticinado un descalabro de los mercados si su rival
conquista la Casa Blanca. "Biden va camino de ganar estas
elecciones", dijo el miércoles su jefe de campaña.
En muchos de esos estados
los márgenes son insignificantes, unas decenas de miles de votos, a pesar que
el veterano político del establishment ha obtenido más sufragios que ningún
otro candidato en la historia del país. Más de 70 millones, superando el récord
anterior de Barack Obama en 2008. Pero esa cifra representa solo el 50.2% del
total frente al 48.1% de Trump. Esos números explican por qué no se han
cumplido las mejores expectativas demócratas para arrasar en estos comicios,
aunque esta vez nadie amagó nunca con descorchar el champán antes de
tiempo.
El margen de error
Tampoco los encuestadores
han errado como hace cuatro años porque en, gran medida, sus predicciones, más
favorables a Biden de lo que refleja el resultado final, estaban dentro del
margen de error de los sondeos. El golpe en la mesa de los estadounidenses para
repudiar a Trump no ha sucedido. Y eso que estas elecciones eran más un
plebiscito sobre su figura una apuesta entre dos visiones del mundo. Ni
siquiera en el Congreso parece que las cosas vayan a cambiar demasiado. Los
demócratas no han conseguido aumentar significativamente su dominio de la
Cámara de Representantes, mientras que todo apunta a que los republicanos
salvarán el Senado, lo que garantiza otros cuatro años de bronca y
bloqueo.
Pero antes de llegar allí
habrá que saber quién será el próximo presidente. Trump ya ha pedido un nuevo
recuento en Wisconsin "por irregularidades en varios condados" y su
campaña sopesa hacer lo mismo en Nevada, donde la diferencia con el 86%
escrutado es solo de 8.000 votos. En Michigan ha demandado al estado para que
frene el recuento hasta que se permita "un mayor acceso" a sus
observadores. Y ha pedido al Tribunal Supremo que intervnga en el recuento de
Pensilvania. Y es solo el principio porque antes de la jornada electoral ya
había un sinfín de demandas en los tribunales relacionadas con el voto
anticipado.
Desde su partido se sigue
confiando en la victoria, un escenario todavía probable dados los estrechísimos
márgenes del resultado. Pero pocos le están siguiendo hasta ahora el juego
hiperbólico del fraude por defecto. "Lo que el presidente quiere es asegurarse
de que cada voto legal se cuenta", dijo el líder republicano en la Cámara
Baja, Kevin McCarthy. En realidad, lo que quiere Trump es lo contrario,
invalidar el mayor número de sufragios posibles.
La pandemia, la crisis y
las armas
Es probable que el presidente
opte por calentar las calles mientras se mantiene la incertidumbre judicial.
Los mensajes de su campaña enviados el miércoles a sus votantes así lo
sugieren. "Os necesito. ¡La izquierda va a tratar de robar estas
elecciones! Os pido que os levantéis y contrataquéis".
No son buenas noticias
para un país que se muerde a estas horas las uñas y teme que el bando contrario
le levante lo que considera suyo. Un país acechado por la pandemia, sumido en
la peor crisis económica en casi un siglo y atenazado por las convulsiones
raciales. También armado hasta los dientes y sin apenas confianza en las
instituciones.