martes, 13 de diciembre de 2016

Las huellas de Jesús, 2000 años de búsqueda (parte 6) *La Granada*


 


Por Carlos Vallejo (el poeta del sentimiento),

José y maría no sabían que hacer respecto a la forma de rezar de Jesús. El insistía en dirigirse a su padre celestial como si se dirigiera a José, su padre terrenal.

Este alejamiento de las más solemnes irreverentes formas de comunicación por Dios preocupaba a sus padres. Sin embargo, no podían persuadirlo de que cambiase: recitaba sus oraciones tal como se le había enseñado, después de lo cual insistía en tener un pequeño dialogo con mi padre en el cielo.

Cuando su madre no necesitaba su ayuda, dedicaba mucho de su tiempo libre al estudio de las flores y de las plantas durante el día, y de las estrellas durante la noche, causaba preocupación su costumbre de recostarse de espaldas mirando con curiosidad los cielos estrellados, mucho después de la hora en que debía irse a dormir, edad en que los niños judíos comenzaban su educación formal en las escuelas de las sinagogas.

Durante tres años –hasta los 10 –asistió a la escuela elemental de la sinagoga de Nazaret. En ese lazo estudio los rudimentos del libro de la ley, tal como se conoce en hebreo.

Durante los tres años siguientes acudió a la escuela avanzada y memorizó las enseñanzas más profundas de la ley  sagrada, se graduó a los 13 años, y los rabinos lo entregaron a sus padres como un “hijo de los mandamientos”.

En febrero, Nacor, uno de los maestros de la academia rabino de Jerusalén, llegó a Nazaret para observar a Jesús. Aunque al principio les candelizo tanto su franqueza y su manera poco convencional de relacionarse con las cosas religiosas, atribuyo estas características a la lejanía de galilea de los centros de las enseñanzas y culturas hebreas, y le aconsejó a José y maría que le permitieran llevarse a Jesús a Jerusalén. María, casi decidida dar el permiso, pues estaba convencida de que su hijo llegaría de ser el mesías, el libertador de los judíos. José dudaba.

Debido a esta diferencia de opiniones de María y José, Nacor le solicitó permiso para plantearle el asunto directamente a Jesús. El escuchó con atención, hablo con José, con maría, con un vecino, con Jacobo el albañil, cuyo hijo era su compañero favorito, y dos días más tarde les dijo que, en vista de la diferencia de opinión entre sus padres y consejeros, y puesto que no se sentía competente para su humilde responsabilidad de tal decisión,” había octodo por hablar con mi padre que está en el cielo” y aunque no estaba perfectamente seguro de la respuesta, pensaba que sería mejor quedarse en su casa “con mi padre y mi madre”.

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