lunes, 1 de mayo de 2017

Día Internacional de los Trabajadores *La Granada*

El Día Internacional de los Trabajadores o Primero de Mayo es la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial. Es una jornada que se ha utilizado habitualmente para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras por parte, fundamentalmente, de los movimientos socialistasanarquistas y comunistas, entre otros.
Desde su establecimiento en la mayoría de países (aunque la consideración de día festivo fue en muchos casos tardía) por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago. Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que es celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo.
En Estados UnidosCanadá y otros países no se celebra esta conmemoración. En su lugar se celebra el Labor Day el primer lunes de septiembre en un desfile realizado en Nueva York y organizado por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El presidente estadounidense Grover Cleveland auspició la celebración en septiembre por temor a que la fecha de mayo reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos desde 1882. Canadá se unió a conmemorar el primer lunes de septiembre en vez del primero de mayo a partir de 1894.

Historia

Origen de la conmemoración

Los hechos que dieron lugar a esta celebración están contextualizados en los albores de la Revolución Industrial en los Estados Unidos. A fines del siglo XIX Chicago era la segunda ciudad en número de habitantes de EE. UU. Del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que albergaban a cientos de miles de trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes llegados de todo el mundo a lo largo del siglo XIX.

La reivindicación de la jornada laboral de 8 horas de trabajo

Fotografía de un taller de Indiana, Estados Unidos, de Lewis Hine, 1908. Las malas condiciones laborales de los trabajadores en plena Revolución Industrial contribuyeron al surgimiento del movimiento obrero y sus reivindicaciones
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la jornada de ocho horas. Uno de los objetivos prioritarios era hacer valer la máxima de: «ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso».1 En este contexto se produjeron varios movimientos; en 1829 se formó un movimiento para solicitar a la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, «salvo caso de necesidad». Si no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas diarias debía pagar una multa de 25 dólares.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo), inicialmente socialista (aunque algunas fuentes señalan su origen anarquista). En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
En 1868, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada ley Ingersoll,2 estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas, aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la ley Ingersoll, las organizaciones laborales y sindicales de EE. UU. se movilizaron. La prensa generalista de Estados Unidos, reaccionaria y alineándose con las tesis empresariales, calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas», y manifestó que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».3

El día 1 de mayo, la huelga

El 1 de mayo de 1886, 200 000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200 000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro.
En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad de sus salarios para la construcción de una iglesia. La producción se mantenía a base de esquiroles. El día 2, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50 000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas; cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.
El periodista Adolf Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung, corrió a su periódico donde redactó una proclama (que luego se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25 000 octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el cuatro, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 en el parque Haymarket. Los hechos que allí sucedieron son conocidos como la revuelta de Haymarket.4

La revuelta de Haymarket

Uno de los más célebres grabados de la revuelta de Haymarket, que muestra, de forma inexacta, a Fielden dirigiéndose al público al mismo tiempo que estalla el explosivo y empiezan los disturbios.
Se concentraron en la plaza de Haymarket más de 20 000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías produciendo un muerto y varios heridos. La policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un número desconocido de obreros.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.
Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de prensa con citas como:
Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!
La Prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema, responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero.
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, que luego quedaron en ocho. Las irregularidades en el juicio fueron muchas, violándose todas las normas procesales en su forma y fondo, tanto que ha llegado a ser calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron declarados culpables. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a muerte, los cuales serían ejecutados en la horca. El detalle de las condenas es el siguiente:
Prisión
  • Samuel Fieldeninglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua.
  • Oscar Neebe, estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a 15 años de trabajos forzados.
  • Michael Schwabalemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua.
A muerte
  • George Engel, alemán, 50 años, tipógrafo.
  • Adolf Fischer, alemán, 30 años, periodista.
  • Albert Parsons, estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente.
  • August Vincent Theodore Spies, alemán, 31 años, periodista.
  • Louis Lingg, alemán, 22 años, carpintero para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda.
Las condenas fueron ejecutadas el 11 de noviembre de 1887.3 José Martí, que en ese tiempo estaba trabajando como corresponsal en Chicago para el periódico argentino La Nación lo narro así;
... salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...3
Los sucesos de Chicago además costaron la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados. La mayoría eran inmigrantes europeos: italianosespañolesalemanesirlandesesrusospolacos y de otros países eslavos.

Consecución de la jornada laboral de ocho horas

Karl Marx y Friedrich Engels, en la década de 1880, intelectuales clave en establecer las bases del socialismo científico y el marxismo, pilares fundamentales de una parte significativa del movimiento obrero
A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».
La consecución de la jornada de 8 horas marcó un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial. El propio Federico Engels en el prefacio de la edición alemana de 1890 de El manifiesto comunista dice:
Pues hoy en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!5 6

Consolidación y extensión durante el siglo XX

Manifestación del Primero de Mayo de 1950 en Berlín Este, República Democrática Alemana.
Mapa del mundo, diviendo a los países según el estatus del 1º de mayo como día de los trabajadores:
     El día de los trabajadores cae o puede caer el 1 de mayo.     Hay otro festivo oficial el 1 de mayo.     El 1 de mayo no es festivo, pero se celebra el día de los trabajadores en otra fecha.     No hay celebración del día de los trabajadores, ni el 1 de mayo ni en otra fecha.
Por ejemplo, en Turquía se produjo el 1 de mayo de 1977 la masacre de la Plaza Taksim en Estambul, con un saldo de decenas de muertos;7 la masacre se produjo en medio de clima de enfrentamiento entre izquierda y derecha a lo largo de toda la década de 1970 que finalizó con el golpe de Estado de 12 de septiembre de 1980.
Tras los sucesos en Estados Unidos, la Segunda Internacional dio un gran impulso a los intentos por convertir el 1º de mayo en un día festivo, siempre reivindicando simultáneamente la reducción a ocho horas de la jornada laboral. En 1904, la II Internacional reunida en Ámsterdam pidió a «todos los partidos, sindicatos y organizaciones socialdemócratas luchar energéticamente en el Primero de Mayo para lograr el establecimiento legal de la jornada de 8 horas y que se cumplieran las demandas del proletariado para conseguir la paz universal». Al mismo tiempo el congreso hizo «obligatoria a las organizaciones proletarias de todos los países dejar de trabajar el 1 de mayo, siempre que fuera posible y sin perjuicios para los trabajadores».8 De esta forma, en todo el mundo las organizaciones trataron de hacer del Primero de Mayo un día festivo oficial en honor a la clase obrera, lo cual se logró paulatinamente en la mayoría de países.
En Europa durante la segunda década del siglo se fueron sucediendo algunos hitos. El 23 de abril de 1919, el senado de Francia ratificó la jornada laboral de ocho horas e hizo que por primera vez el 1 de mayo de 1919 fuera un día no laborable. Dos meses antes en España, la célebre huelga de La Canadiense, dirigida por los movimientos anarquistas en Barcelona, había conseguido que se aprobara en todo el país el Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo,9 haciendo de España el primer país de Europa en promulgar esta reivindicación,10 11 si bien años después, entre 1923 y 1930, el día del trabajo se celebró sin manifestaciones, debido a la privación de este derecho durante la dictadura militar del general Primo de Rivera, aunque de 1931 a 1936, durante la República, se conmemoró en las principales ciudades españolas.12 10
Tras la Segunda Guerra Mundial y la adopción del socialismo como sistema económico en numerosos países de Europa y Asia, y más tarde en África y América, se dio un nuevo impulso al Día de los Trabajadores, al tiempo que en los países capitalistas de Europa, la influencia de los partidos de izquierdas crecía, y con ellos las celebraciones en este día. Por tanto, el Primero de Mayo se convirtió durante la segunda mitad del siglo XX en un día de grandes celebraciones oficiales, manifestaciones populares y desfiles militares en países como la Unión Soviética —donde se hicieron célebres los grandes desfiles frente al Kremlin de Moscú y el mausoleo de Lenin,13 la República Democrática Alemana o China. En 1954, el papa Pío XII declaró el 1 de mayo festividad de San José Obrero, en la Plaza de San Pedro de Roma, añadiendo un mensaje católico a este día, y abriendo un nuevo concepto de "obreros católicos", con reivindicaciones sociales y fe, siempre en oposición a los métodos e ideas de organizaciones comunistas, y socialistas, principales organizadores de la celebración y hostiles en general a la religión. Por contra, sobre todo en Estados Unidos se desalentaron tanto desde las empresas como desde el gobierno las celebraciones del 1º de mayo, para evitar una mayor influencia de los partidos y sindicatos de izquierda en el país en plena Guerra Fría con el bloque socialista. En Portugal por ejemplo, el Día Internacional de los Trabajadores se comenzó a celebrar libremente tras el triunfo de la Revolución de los claveles el 25 de abril de 1974 y en España no se celebró entre 1939 y 1977, durante la dictadura de Francisco Franco.
Debido al clima de reivindicación por un lado y la división del mundo por otro durante la segunda mitad del siglo XX, las celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores derivaron en algunas ocasiones en numerosos enfrentamientos, disturbios y masacres, que provocaron o fueron motivo de cambios políticos con relevancia nacional e internacional en algunos casos.

Siglo XXI y actualidad

En la actualidad, muchos países rememoran el Primero de Mayo como el origen del movimiento obrero moderno. Hay algunos que no lo hacen, siendo en general países de colonización británica, como los Estados Unidos de América y Canadá, que celebran el Labor Day (Día del Trabajo) el primer lunes de septiembre; Nueva Zelanda, el cuarto lunes de octubre. En Australia, cada estado federal decide la fecha de celebración: el primer lunes de octubre en el Territorio de la Capital AustralianaNueva Gales del Sur y Australia Meridional; el segundo lunes de marzo, en Victoria y Tasmania; el primer lunes de marzo, en Australia Occidental; y el primero de mayo en Queensland y el Territorio del Norte. Debido a que la festividad tiene un carácter oficial en muchos países, actualmente parte de la población continúa participando en las celebraciones y sus reivindicaciones, mientras que otra parte toma el día de descanso para actividades de ocio, etc.

Biografia de Hoy: Juana de Arco *La Granada*

Joan of Arc miniature graded.jpgJuana de Arco (en francés: Jeanne d'Arc), también conocida como la Doncella de Orleans (en francés: la PucelleDomrémy6 de enero de 1412-Ruan30 de mayo de 1431),3 fue una heroína, militar y santa francesa. Su festividad se conmemora el día del aniversario de su muerte, el 30 de mayo, como es tradición en la Iglesia católica.
Nacida en Domrémy, un pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la LorenaFrancia, ya con 17 años encabezó el ejército real francés. Convenció al rey Carlos VII de que expulsara a los ingleses de Francia, y éste le dio autoridad sobre su ejército en el sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos VII durante la guerra de los Cien Años y permitieron la coronación del monarca.
Como recompensa, el rey eximió a Domrémy del impuesto anual a la corona. Esta ley se mantuvo en vigor durante aproximadamente cien años. Posteriormente, Juana fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruan, el 30 de mayo de 1431.

El origen de Juana y el contexto de su tiempo[editar]

Su nombre[editar]

De acuerdo con los datos recabados en el proceso de Ruan, Juana se hizo llamar siempre «Juana la Doncella». No obstante, como ella misma comentó, «dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia, se me llamaba Jehanne desde mi llegada».4
Posteriormente, se le añadiría la palabra «Darc» como apellido, para referirse a ella de forma oficial (la falta de apóstrofo en su versión francesa —d'Arc— se debe a la inexistencia de tal signo en la Edad Media). Arco (arc) proviene del apellido de su padre, Jacques Darc,5 cuyas raíces familiares estaban posiblemente en dos pueblos, Arc-en-Barrois o Art-sur-Meurthe, pueblos muy cercanos donde se cree que nació «la Pucelle». El nombre, no obstante, varía (Arc, Ars, Ai…) dadas las diferencias en la versión antigua de Art sur Meurthe (donde se reduce la erre).
La denominación de «Jehanne d'Arc» se encuentra en la obra de un poeta de Orleans hacia 1576; «Jehanne» se transcribe hoy en día como «Jeanne».

Sus padres[editar]

Sus padres fueron Jacques D´Arc e Isabelle Romée.6 Isabelle Romée no era el nombre original, sino que era el sobrenombre que se dio a Isabelle de Vouthon (que pertenecía a la parroquia de Vouthon, hoy en el departamento de Charente), como se hizo a otros una vez que realizaban el peregrinaje «de Puy» (de la montaña) en vez del de Roma. De hecho Juana no dio el apellido. Sus padres eran dueños de aproximadamente 50 acres (20 hectáreas) y su padre complementaba su trabajo de agricultor con una posición de menor importancia como un oficial de pueblo, la recaudación de impuestos y dirigiendo la guardia local.7  No era pobre pero vio a regañadientes la venida de otro nuevo vástago más a su familia, ya que Juana tuvo tres hermanos mayores.

El nacimiento[editar]

Casa natal de Juana de Arco, en Domrémy, actualmente convertida en museo.
El debate sobre la fecha de nacimiento de la Doncella de Orléans no lo consiguió resolver ni la misma Juana durante el proceso, ya que, cuando le preguntaron qué edad tenía, respondió: «Alrededor de diecinueve años, creo».3 Aunque no estaba segura, la historiografía ha interpretado esta declaración al pie de la letra. De esta manera, restándole su posible edad a la fecha en la que se realizó la pregunta durante el proceso, 24 de febrero, el año de su nacimiento sería probablemente 1412.
El lugar donde nació es teóricamente Domrémy, tal y como dijo en el interrogatorio de identidad de su proceso, el 21 de febrero de 1431; «Yo he nacido en la villa de Dòmremy».6 Además añadió que era una villa dependiente de Greux (inmediatamente al norte de Domrémy),6 y que hoy ha pasado a llamarse Domrémy-la-Pucelle, gracias a ella. Ambas pertenecen actualmente al departamento de los Vosgos, en la región de la Lorena. Domrémy fue también el lugar donde recibió el bautismo de manos del Padre Jean Minet.

El conflicto de la guerra de los Cien Años[editar]

Felipe VI de Francia, en la Biblioteca Nacional de Francia.
Tras la muerte sin descendencia de Eduardo el Confesor y el breve reinado del rey Haroldo II, el trono de Inglaterra fue conquistado en 1066 (batalla de Hastings) por el francés Guillermo el Conquistador, duque de Normandía. Estos hechos constituyeron la primera disputa de sucesión (debida a los parentescos entre las noblezas de ambos territorios), dando inicio a una duradera rivalidad entre ambos reinos. Con el tiempo, los reyes de Inglaterra reunieron varios de los mayores ducados de Francia: Aquitania, Poitiu, Bretaña.
Los intentos de Francia por recuperar los territorios perdidos precipitaron uno de los más largos y sangrientos conflictos de la historia de la humanidad: la guerra de los Cien Años, que duró en realidad 116 y produjo millones de muertos y la destrucción de casi toda la Francia septentrional.
Los intereses de unificar las coronas se concretaron a la muerte del rey francés Carlos IV en 1328. Felipe de Valois, francés y sucesor gracias a la ley sálica (Carlos IV no había tenido descendencia masculina), se proclamó rey de Francia el 27 de mayo de 1328 (reinó como Felipe VI de Francia). Felipe ya se había convertido en regente tras la muerte de Carlos IV mientras se esperaba el nacimiento del hijo póstumo del rey difunto, que finalmente resultó ser una niña.
La guerra de los Cien Años comenzaría en 1337, cuando Felipe VI reclamó el feudo de la Gascuña a Eduardo III (aferrándose a la ley feudal) después de incursiones por el canal de la Mancha en un intento de restaurar en el trono escocés al rey David II (aliado francés exiliado a Francia desde junio de 1333), pretextando que no respetaba a su rey. Entonces, el 1 de noviembre Eduardo III responde plantándose en las puertas de París y declarando por medio del obispo de Lincoln que él era el candidato adecuado para ocupar el trono francés.
Inglaterra ganaría importantes batallas como Crécy (1346) y Poitiers (1356), ya con el relevo de Juan II en lugar de Felipe VI, y obtendría la inesperada victoria de Agincourt en 1415, bajo la competente dirección del rey Enrique V.
Una grave enfermedad del rey francés propició la lucha por el poder entre su primo Juan I de Borgoña o Juan sin Miedo y el hermano de Carlos VI, Luis de Orleans. El 23 de noviembre de 1407, se comete el asesinato del armagnac Luis de Orleans en las calles de París y por orden del borgoñón. Las dos ramas de la familia real francesa se dividen en dos facciones: los que daban soporte al duque de Borgoña (borgoñones) y los que apoyaban al de Orleans y después a Carlos VIIdelfín de Francia (que fue desheredado o ilegitimado desde 1420) (armagnacs), ligados a la causa de Orleans a la muerte de Luis. Con el asesinato del armagnac, ambos bandos se enfrentaron en una guerra civil y buscaron el apoyo de los ingleses. Los partidarios del duque de Orleans, en 1414, vieron rechazada una propuesta a los ingleses, quienes finalmente pactaron con los borgoñones.
A la muerte de Carlos VI en 1422 es coronado rey de Francia el hijo de Enrique V y Catalina de Valois, el infante Enrique VI (por lo tanto, Enrique VI de Inglaterra y II de Francia); en tanto que los armagnacs no dieron su brazo a torcer y se mantuvieron fieles al hijo del rey francés, Carlos VII, quien fue coronado también en 1422 de forma nominal en Berry, a falta de imponerlo como rey de facto, pero destronando al inglés de jure.

El misticismo de Juana[editar]

Juana de Arco recibiendo el mensaje del arcángel Miguel por Eugene Thirion (1876).
«Yo tenía trece años cuando escuché una voz de Dios», declaró Juana en Ruan el jueves 22 de febrero de 1431. El hecho sucedió al mediodía en el jardín de su padre. Añadió que la primera vez que la escuchó notó una gran sensación de miedo. A la pregunta de sus jueces, añadió que esta voz venía del lado de la iglesia y que normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado que la voz.
La Iglesia católica y la inmensidad de fieles, reconoció como verdaderas estas apariciones.
Cuando le preguntaron cómo creía que era aquella voz, ella respondió que le pareció muy noble, por lo que afirmó: «y yo creo que esta voz me ha sido enviada de parte de Dios». Así pues, cuando la escuchó por tercera vez le pareció reconocer a un ángel. Y aunque a veces no la entendía demasiado bien, primero le aconsejó que frecuentara las iglesias y después que tenía que ir a Francia, sobre lo cual la empezó a presionar. Además esta voz la escuchaba unas dos o tres veces por semana. No mucho después, reveló otro de los mensajes clave que le envió: «Ella me decía que yo levantaría el asedio de Orleans».
El 27 de febrero, Juana identificó estas voces: se trataba de la voz de santa Catalina de Alejandría y de santa Margarita de Antioquía, las santas más veneradas del momento, si nos atenemos a la iconografía anterior a Juana.8 Catalina, es definida a veces como una figura apócrifa a caballo de los siglos III y IV que murió a una edad similar a la de Juana; también erudita (patrona de muchas especialidades intelectuales) y habiendo persuadido al emperador Maximiano de que dejase de perseguir cristianos. Después sería condenada a morir en la rueda (un sistema de tortura que fractura los huesos), aunque se dice de ella que, al tocar la rueda, la rompió y, finalmente, tuvo que ser decapitada. Por otro lado, la leyenda de Margarita refiere que fue una doncella despreciada por su fe cristiana, a la que ofrecieron matrimonio a cambio de la renuncia a esta fe. Ante su negativa fue condenada a tortura, si bien logró escapar milagrosamente en varias ocasiones (antes de su captura definitiva y martirio). Por ello, es venerada por la Iglesia católica como santa virgen y mártir.
Juana afirmó que las había reconocido gracias a que las propias santas se habían identificado, algo que ya había declarado en Poitiers, con motivo del interrogatorio sobre las visiones llevado a cabo por la corte del delfín. Se negó a dar más explicaciones, instando a los jueces a ir a Poitiers si querían conocer más detalles.
Sobre el año en que sucedió, en un primer momento había dicho que fue cuando tenía trece años. Posteriormente detalló que hacía siete años que estas voces le aconsejaban y la protegían. Por lo tanto, se presume que en 1424 se le habrían aparecido por primera vez las visiones.
Juana explicaría entonces (antes de mencionar el nombre de las santas) la misión que la voz le encomendó. Después de mencionar a éstas, los jueces le preguntaron a quién correspondía entonces la primera de las voces que había escuchado, aquella que le había causado tanto miedo siete años atrás. Ella, que todo lo iba respondiendo con muchas reservas y ensimismamiento, se resistió varias veces, pero finalmente respondió que fue San Miguel (considerado protector del reino de Francia), al que vio con sus propios ojos, acompañado de los ángeles del cielo. Fue él quien le ordenó partir para liberar a Francia y así cumplir con la voluntad de Dios.

El asedio de Orleans[editar]

Juana de Arco comandando el asedio de Orleans por Jules Eugène Lenepveu.
En sus apariciones, las voces le indicaron que debía ir a Orleans, una de las ciudades más importantes del momento, y romper el asedio que había comenzado en octubre de 1428.
Ella trató de recurrir a Robert de Baudricourt, comandante de la guarnición armagnac, establecida en Vaucouleurs, un poco al norte de Domrémy; lo cual hizo mediante su tío, Durant Laxant. Quería obtener una pequeña escolta para ir a buscar al delfín allí donde se escondía, en Chinon. Y es que para eso tenía que atravesar territorio hostil, defendido por los angloborgoñones, en alianza. Así, la Pucelle daría un mensaje secreto al rey que le había sido revelado por las voces.
Transcurrió casi un año hasta que Baudricourt, en enero de 1429, aceptara —ante la insistencia de la joven doncella—, concederle la escolta deseada. Juana ya había hecho un primer intento en la Ascensión de 1428 (el 13 de mayo, según Poulengy), pero había encontrado resistencia por parte del armagnac. Probablemente hubo otra entrevista a finales de año, hasta que Baudricourt cedió a sus deseos. Durante su posterior juicio, los jueces aprovecharon para discutir sobre las vestimentas de hombre que había usado la joven durante este viaje. La interrogaron sobre el motivo y ella respondió que había sido por orden de Dios («Todo lo que yo hago es por orden de Nuestro Señor. Si él me ordenara tomar otro hábito yo lo tomaría, porque sería por orden de Dios»). Los jueces le preguntaron si no fue realmente por orden de Baudricourt, cosa que ella negó rotundamente. Así pues, ella misma valoró positivamente el hecho de haber llevado vestiduras de hombre, ya que era el criterio y designio del Divino Hacedor. Asimismo, para persuadir a Robert de Baudricourt, le aseguró aquello que ya corría por boca de todo el mundo: que la virgen de Lorena salvaría el reino perdido por una mujer (seguramente refiriéndose a la hija póstuma del difunto rey Carlos IV).
El 29 de abril de 1429 Juana llegó al asedio de Orleans. Sin embargo, Jean De Orleans, cabecilla de la familia ducal de Orleans, la excluyó inicialmente de la dirección de las operaciones y de los consejos de guerra, rehusando informarla sobre los preparativos y decisiones bélicas.9Esto no evitó que ella estuviera presente en la mayoría de consejos y batallas. El grado de liderazgo militar que llegó a ejercer sigue siendo objeto de debate entre historiadores. Los historiadores tradicionales como Edouard Perroy concluyen que ella principalmente llevaba el estandarte y ejercía un gran efecto sobre la moral de los soldados.10 Esta clase de análisis suelen basarse en el testimonio de Juana durante el juicio, en el cual afirmó que prefería su estandarte a su espada. La investigación académica actual, que se ha centrado en el juicio posterior anulatorio, asevera que sus compañeros oficiales señalaron que ella era una tacticista de mucho talento y una estratega de éxito. Stephen W. Richey opinaba lo siguiente, por ejemplo: "Ella procedió a liderar un ejército en una serie de victorias impresionantes que cambiaron el curso de la guerra."11 En cualquier caso, los historiadores están de acuerdo en que el ejército tuvo un gran éxito durante la corta carrera de Juana.12

El segundo paso: el viaje hacia Chinon[editar]

Robert de Baudricourt en razón del fervor religioso que ya comenzaba a levantar envió a Juana a ver al convaleciente duque Carlos II de Lorena a la ciudad de NancyRené de Anjou finalmente le sucedería a su muerte en 1431, ya que estaba casado con su hija y heredera, Isabel de Lorena (quien era además cuñada del delfín, ya que su hermana, María d'Anjou estaba casada con éste desde el 18 de diciembre de 1422). Juana tenía el deseo de que René le acompañase a Chinon, pero sólo consiguió buenas palabras, dinero y un caballo. Antes de partir, Juana fue a rezar a la basílica de Saint-Nicolas-de-Port dedicada al santo patrón de la Lorena.
En el periodo durante el cual Juana intentaba conseguir una escolta para ir a Chinon, fue albergada durante casi un mes por la familia Le RoyerHenri y Catherine Le Royer. Finalmente, sería Baudricourt el que le concedería una pequeña escolta de seis hombres para realizar el viaje a Chinon que iniciarían alrededor del 13 de febrero de 1429. Entre ellos, se encontraban Poulengy y Jean Nouillonpont (Jean de Metz).
Jean de Metz (o Mès) y señor de Nouillonpont (o Novelenpont), fue una de las principales figuras en el recorrido epopéyico de Juana, ya que estuvo a su lado en todas las batallas a partir de este momento. Bertrand de Poulengy (Poulangy o Polongy), «Pollichon», fue señor de Grondecourt, habiendo sido ennoblecida su familia en 1425. Él, al igual que Jean de Metz, acompañaría a Juana a lo largo de su trayectoria militar.
Jean de Metz hizo su declaración en el proceso de nulidad el 31 de enero de 1456, ya con una edad que rondaba los 57 años, mientras que Poulangy, un poco mayor, lo hizo el 6 de febrero del mismo con una edad aproximada de 63 años. Ambos declararon muy a favor de Juana (Metz: «Y cuando le pregunté quién era su señor, me respondió que era Dios. Entonces le concedí mi fe hacia ella, tocándole la mano, y prometiéndole que, con la guía de Dios, yo le conduciría hacia el rey»), de lo cual se extrae la gran admiración y aprecio por la que consideraron su heroína. En cuanto a Jacques Darc, el padre de Juana, fue el más reticente al inicio de la misión de ésta.
Hacia el 13 de febrero de 1429 Juana emprendió el viaje que le iba a hacer atravesar territorio enemigo. Este viaje la haría famosa y todo el mundo conocería su aventura, pero desde un primer momento la escolta asignada no tenía realmente una idea clara de qué era la misión ni de quién era Juana.
Para este viaje Juana vestiría por primera vez ropas de hombre. Jean de Metz, diría al respecto en el proceso de nulidad: «Cuando Jehannette estaba en Vaucouleurs, la vi vestida con un vestido rojo, pobre y gastado […] Le pregunté si quería hacer el viaje vestida como iba, y ella me respondió muy enérgicamente que quería ponerse ropa de hombre. Entonces le di el traje y el equipamiento de uno de mis hombres. Después, los habitantes de Vaucouleurs, tendrían un traje de hombre hecho para ella, con todos los requisitos necesarios».
El viaje hacia el sur de Francia a través de territorio borgoñés la hizo cabalgar de noche, en horas intempestivas para disimular y no despertar la atención de ningún destacamento. Algunas de las ciudades más importantes por las que pasó fueron AuxerreGien y Sainte Catherine de Fierbois.
Del paso por Auxerre, se sabe que llegó a participar en una Santa Misa en su catedral, pasando desapercibida en una ciudad hostil. De Gien, no se sabe casi nada de su paso, pero parece que pasó por el único puente sobre el río Loira que quedaba en manos francesas, y fue el lugar donde comenzó a circular el rumor de que una doncella aseguraba que liberaría la ciudad de Orleans de su asedio y que coronaría al delfín en Reims (habría vuelto a pasar por aquí hacia el 25 de junio del mismo año, 1429, para reencontrarse con el delfín y viajar hacia Reims). Y finalmente, pasaría por Sainte Catherine de Fierbois el 4 de marzo. Esta localidad le era muy valiosa, ya que su iglesia estaba dedicada a santa Catalina, una de las santas de sus visiones. Fue allí donde Juana realizaría otro "milagro": habiendo recibido una armadura, cuando le ofrecieron una espada que ella se negó a aceptarla, pidiéndole a los clérigos que le dieran una espada que se encontraba enterrada detrás del altar de la iglesia, cosa que resultó ser cierta. Dicha espada supuestamente había pertenecido a Carlos Martel, y Juana la portó en batalla hasta el fin del asedio a París (aunque, según sus propias palabras en el juicio, nunca la usó para matar a nadie). En Sainte Catherine Juana escribió una carta a Carlos VII anunciando su llegada, y quedó a la espera de la respuesta de la corte, que finalmente la recibió en audiencia.

La desconfianza del delfín[editar]

Aun con la gran memoria que se otorga a la gente de la Edad Media (ya que, al no estar extendida la escritura, era una cultura de transmisión oral mayormente), además de la inteligencia de «la Pucelle», es muy difícil saber si realmente sabía leer y escribir. Pruebas gráficas hay de su firma como mínimo. Pero la cuestión está en el aire aunque se acostumbra a decir que en el período que estuvo en la corte del delfín, el verano de 1429, podría haber aprendido, o bien haber recibido nociones básicas.
De todas maneras, la carta llegó a la corte de Chinon acompañada de la fama de «la Pucelle», lo cual originó un gran debate donde se discutió si era adecuado recibirla, es decir, si era cierto todo aquello que decía ser o era alguien que urdía un engaño. Había cierta curiosidad en la corte por ver a aquella que decía traer la salvación de Orleans y la coronación del propio monarca. Pero el factor detonante fue la declaración positiva de Baudricourt, que era un hombre de confianza del delfín. Por lo tanto, éste decidió recibirla.
Tapiz del castillo de Chinon (Francia) representando a Juana reconociendo a Carlos VII entre la muchedumbre.
Sin embargo, el delfín no se podía arriesgar a que una joven desconocida se presentara ante él y lo pudiera matar. De esta manera, cuando Juana llegó a la corte, el delfín se ocultó entre la gente que ocupaba la sala, vistiendo a uno de sus sirvientes con sus ropas para hacerlo pasar por él. Pero el engaño no sirvió, ya que Juana identificó al delfín entre sus súbditos. En el proceso dijo al respecto lo siguiente: «Cuando entré dentro de la habitación del rey lo reconocí de entre los otros por consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses». Con habilidad, los jueces la presionaron y le preguntaron: «Cuando vuestra voz os señaló a vuestro rey, ¿había alguna luz?», a lo que ella se negó a contestar, como a tantas otras preguntas, con un tono seco y tajante: «passez outre». Entonces añadieron si vio algún ángel encima del rey, a lo cual respondió de la misma manera.
Finalmente, el rey la recibió sola y ella le habría expuesto una plegaria para persuadirlo de que le diera un ejército y la enviara a Orleans. Este intercambio a puertas cerradas sería uno de los datos más buscados de este período de su vida. Pero gracias al testimonio de Juan II, duque de Alençon en el proceso (un hombre de gran peso, con sangre real), habría sido el siguiente:
Fue el señor y conde de la Vendôme el que la llevó al apartamento del rey. Cuando éste la miró, le preguntó su nombre. «Señor delfín —contestó ella—, me llamo Jehanne, la Pucelle; y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú serás consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia». Después de que el rey le hubiera hecho unas cuantas preguntas, ella le dijo: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y Él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Al acabar la entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no podían ser sabidos por nadie, excepto por Dios, quien había puesto mucha confianza en ella. Todo esto he oído sobre Juana, pero no tengo testimonios sobre esto.
Parece ser entonces que, según el duque de Alençon, estas habrían sido las palabras que convencieron al delfín y también a su madre política Yolanda de Aragón; el delfín entonces le asignó dos oficiales, Ambleville y Guyenne, para protegerla. Jean d’Aulon se encargó de su intendencia. De todos modos, el delfín no dio carta blanca a Juana, ya que las presiones en su corte estaban diversificadas. Así pues decidieron hacerle una especie de proceso en Poitiers, para verificar si ella era quien decía que era. De este proceso ella hizo muchas referencias delante de sus jueces en Ruan, pero lo cierto es que los documentos de Poitiers se han perdido, después de haber pasado por la Universidad de París (reticente al delfín) y por los propios jueces de Ruan.
Sobre Poitiers, lo que se sabe es a través de las declaraciones en el proceso de nulidad, y así se sabe para empezar que su duración fue de tres semanas, y que Juana consiguió dejar una buena impresión en los teólogos que la examinaron. Maître François Garivel, que era Consejero General del rey, dio los primeros detalles, diciendo que ciertamente el proceso duró tres semanas y básicamente se trataba de plantearle muchas preguntas a Juana, para después poder examinar sus respuestas y su expresión; proceso que resultó satisfactorio, ya que ella siempre se mantuvo dentro de sus creencias y con gran firmeza, siempre defendiendo que era una mensajera de Dios y venía a llevar al delfín a Reims para consagrarlo. También añadió que le sorprendió que ella siempre llamase delfín al monarca; y cuando le preguntó por qué no le llamaba nunca rey, obtuvo esta respuesta: «Ella me respondió que no lo llamaría rey hasta que no fuese coronado y ungido en Reims, ciudad a la cual pretendía conducirlo».
En Poitiers, la firmeza que demostró Juana en sus creencias fue clave para ganarse la confianza de los interrogadores. Estos, naturalmente, pidieron que les diera alguna señal para que ellos pudieran confirmar que ella realmente era la mensajera de Dios que decía ser. Ella respondió que no había ninguna otra manera que darle el número de soldados que el delfín creyera conveniente, con los cuales ella misma levantaría el asedio de Orleans.
Gobert Thibaut, terrateniente del rey de Francia y amigo de Poulengey, enriquecería con sus declaraciones los detalles del proceso en Poitiers, explicando que durante las tres semanas, Juana se alojó en casa de Jean Rabateau. Además de hacer unas declaraciones muy positivas respecto a ella, concretó que los doctores y jueces consideraron verdad tanto su mandato divino como sus predicciones.
Maître Jean Barbin, doctor en leyes y abogado del rey, siguió en la misma línea e hizo una referencia a María de Avignon «la gasque d’Avignon», una mujer que hizo ciertas predicciones a inicios de siglo, causando una gran conmoción. Ésta se dirigió al rey de Francia anunciándole que a su reino le esperaban grandes calamidades por sufrir, y habló de unas visiones en las que veía el reino desolado mientras en otras se le aparecía un ejército que se ponía en sus manos. Ella se acobardó ante la idea de tener que hacerse cargo, pero dijo que algún día vendría una joven maga que tomaría el ejército y salvaría a Francia. Así, el doctor concluyó diciendo que naturalmente pensaron que Juana era esta doncella de la que hablaba María.
Finalmente testificaría el hermano Seguin de Seguin, dominico, profesor de teología y decano de la Facultad de Teología de Poitiers. Éste comentó cómo había escuchado de mano de Maître Jean Lombart la aventura de Juana hasta Poitiers, y después explicó que quiso poner a prueba su fe, preguntándole en qué dialecto le habían hablado las voces. La respuesta fue: «Uno mejor que el vuestro». Entonces él le pidió pruebas y ella, irritada, le replicó pidiendo un ejército, de número a decidir por el rey, con el que se haría con Orleans.

Campaña del Loira[editar]

La Campaña del Loira fue la primera operación ofensiva francesa en más de una generación. Con el ejército francés comandado por Juana, consistió en la liberación del sitio de Orleans y en la recaptura de varios puentes sobre el río que estaban en poder del enemigo desde hacía mucho tiempo, fracturando el territorio francés en dos partes (norte y sur) e imposibilitando a los franceses para trasladar tropas, logística y suministros de una orilla a la otra. Por añadidura, se sabía que el plan inglés preveía utilizar al río Loira como cabeza de puente para lanzar una enorme operación ofensiva que, seguramente, hubiese culminado en la conquista de toda la Francia meridional y la destrucción total y absoluta del estado francés. La campaña del Loira, en consecuencia, consistió en cinco acciones:
  1. La liberación del sitio de Orleans.
  2. La batalla de Jargeau.
  3. La batalla de Meung-sur-Loire.
  4. La batalla de Beaugency.
  5. La decisiva batalla de Patay.
A estos combates se suma el extraño caso de la batalla de los Arenques. Tras romper el cerco de Orleans, el ejército de Juana se desplazó a lo largo del río, liberando en menos de una semana los tres puentes de Jargeau, Meung y Beaugency. Luego de la victoria decisiva de Patay, quedó por fin expedito el camino de las tropas galas para poder dirigirse al norte y atacar a los ingleses en sus bastiones, frustrando al mismo tiempo el plan anglosajón de invadir Francia completa.

La confirmación de la validez de la palabra de Juana: Reims[editar]

El viaje hacia Reims[editar]

El viaje que tenía que llevar a Carlos VII hacia su consagración se presentaba muy difícil aun con la alta moral del ejército tras Poitiers, pues tanto la ciudad como el trayecto estaban en manos de los borgoñones. Sin embargo, Juana había dicho que ella libraría a Orleans de su asedio y llevaría el rey a Reims.
Estatua de Juana de Arco.
La comitiva de la corte inició el camino hacia esa ciudad, pero se encontró con que la fama de la Pucelle se había extendido por buena parte del territorio y había hecho que el ejército armagnac del delfín fuese temido. Aquello fue una sorpresa que se fueron encontrando al paso por las diferentes villas de renombre que habían en la ruta que llevaba a Reims, bien al norte de Francia. Así pues, Juana pasó sin demasiados problemas por sucesivas ciudades como Gien, Saint FargeauMézillesAuxerreSaint Florentin y Saint Paul (ruta que hizo desde la victoria de Patay el 18 de junio, hasta el 5 de julio en Troyes).
Desde Gien, se fueron enviando invitaciones a diversas autoridades para asistir a la consagración del delfín, quien quería hacer saber a todo el mundo que sería oficialmente el nuevo rey legítimo de Francia. El 29 de junio, el delfín organizó a sus tropas. De Auxerre se llegó a prever una guerra dado que había una pequeña guarnición enemiga, pero después de tres días de negociaciones se consiguió obtener la colaboración de éstos con Carlos VII y las consecuentes provisiones con tal de proseguir la ruta (aproximadamente el 1 de julio).
Idéntica situación presentó Troyes; una ciudad con guarniciones borgoñonas de más de medio millar de hombres. Los nobles de sangre real y la mayoría de los capitanes creyeron conveniente llevar la batalla a la zona de Normandía como siguiente paso, antes de pasar por Reims y así aconsejaron al delfín, con la oposición de Juana, cuyas voces le habían indicado que el camino a seguir en aquel momento no era otro que la coronación definitiva del delfín en Reims, porque aquello ayudaría a menguar la autoridad, el soporte y el poder de sus enemigos. Y con esta idea fue a convencerlo, acompañada de Jean de Orleans, el Bastardo, en Troyes, después de haber convencido a la mayoría de los capitanes, según el propio Bastardo confesaba en el proceso de nulificación. Mientras tanto, la ciudad de Troyes se dividía entre los que estaba dispuestos a aguantar y los burgueses de la ciudad, temerosos de las duras consecuencias que podía tener verse involucrados en un asedio.
Juana consiguió convencer al rey gracias al argumento de sus voces. El Bastardo recordó en el proceso lo siguiente:
Noble delfín —dijo ella—, ordena a tu gente que vaya y ponga en asedio el pueblo de Troyes, y no perdáis más tiempo en tales largos consejos. En nombre de Dios, antes de que hayan pasado tres días, yo os llevaré hacia el interior del pueblo, de buenas maneras o por la fuerza, y dejaremos atónitos de gran manera a los falsos borgoñones.
De esta manera, el rey aceptó. La villa no se atemorizó inicialmente, mientras Juana desplegaba a las tropas. Una de los encuentros más importantes fue entre Juana y el hermano Ricard, enviado por los troyenses. De este encuentro, Ricard resultó convertido en un hombre fiel a la causa armagnac, según un burgués de París en el libro titulado Le Journal d'un Bourgeois de Paris. Es un libro anónimo, pero se sobreentiende que lo escribiría aquel que se puso en el título de éste.
El ejército permaneció a las puertas de Troyes durante cinco días con las negociaciones, del 5 al 10 de julio, cuando pudieron entrar en la ciudad. La guarnición borgoñona permaneció pasiva, sin oponer resistencia. Tras esto, las siguientes villas no supusieron dificultad alguna. El 12 de julio se llegó a Arcy y un día después a Châlons. Fue por estos pueblos, cercanos a su Domremy natal, en los que Juana se reencontró con gente de Domrémy, como un primo suyo cistercense llamado Nicholas Romée, o Jean Morel, padrino de ella, entre otros villanos.
Catedral de Reims.
El día 14 de julio, la cabalgada (la chevauchée, como se conoce en francés) llegó al castillo de Sept-Saulx no muy lejos ya de Reims, que ese mismo día se sometió formalmente al delfín. Finalmente el 16 de julio entró la comitiva armagnac en la ciudad de Reims.
Sabemos que el día de la consagración definitiva del rey francés en Reims fue el 17 de julio. No fue la ceremonia más espléndida del momento, ya que las circunstancias de la guerra lo impedían, pero el ritual se llevó a cabo de todos modos. Juana asistió y parece que en una posición privilegiada y con su estandarte, lo que delató uno de los momentos claves en la historia de Juana, representado en algunos cuadros. Este momento es tomado tradicionalmente como el clímax de la epopeya de Juana, el punto más álgido.

La otra epopeya: el camino hacia Ruan[editar]

La campaña en la Île de France[editar]

Llegados a este punto, teóricamente Juana ya no tenía nada más que hacer en el ejército. Había cumplido su promesa perfectamente, o según ella, simplemente había cumplido correctamente las órdenes que le habían asignado sus voces. Pero ella, como muchos otros, vio que mientras la ciudad de París estuviese tomada por las tropas inglesas, difícilmente el nuevo rey podría hacerse claramente con el control del reino de Francia.
El mismo día de la coronación, Juana envió una carta al duque de Borgoña, haciendo una referencia a otra enviada tres semanas antes en la que le pedía que acudiera a la coronación del delfín. De aquella no obtuvo respuesta. El motivo de la carta era la demanda de una tregua a petición del nuevo rey de Francia. Ella fue respetuosa en el tono de la demanda, aunque le recordó, una cosa muy usual en aquella época, quizás intentando hacerle entrever una contradicción en sus alianzas contra la armagnac: «… como los cristianos fieles tendrían que hacer; y si os complace hacer la guerra, entonces id contra los sarracenos». Esta carta es un testimonio más que refleja la presencia de las luchas entre cristianos e islámicos en la Edad Media. Así, incluso para ella, el objetivo islámico era legítimo, siguiendo el dogma cristiano del momento.
El mismo día de la coronación aún llegaban emisarios del duque de Borgoña y se iniciaron las negociaciones para llegar a la paz, o a una tregua, que fue finalmente lo que se pactó. No fue la paz que deseó Juana, pero por lo menos se obtuvo durante quince días. Sin embargo la tregua no fue gratuita, ya que hubo intereses políticos detrás de esta.
Así pues, Carlos VII necesitaba tomar París para ejercer la autoridad de rey con poder efectivo sobre el reino, además de que no tenía interés en crearse un mala imagen llevando a cabo una conquista violenta de tierras que entonces pasarían a sus dominios y un día u otro le podrían pasar factura; pero por otro lado, lo que movió al duque de la Borgoña a firmar la tregua, fue la necesidad de ganar el tiempo suficiente para rehacerse. Es decir, poder hacer un examen general de la situación, resituarse sobre el terreno y rehacer las alianzas con el inglés Bedford, regente por aquel entonces de Inglaterra (Enrique VI no alcanzó la mayoría de edad hasta 1437).
Una tregua con el duque de la Borgoña no implicaba cesar las luchas contra los ingleses. De este modo, el ya rey Carlos decidió, con el objetivo claramente fijado en París, aprovechar la tregua llevando al ejército real de campaña por la actual región francesa de Île de France, con la esperanza de irlas avasallando poco a poco, sacrificando la opción de atacar directamente la capital para poderla atacar después con más puntos a favor. El ejército pasó sucesivamente sin tropiezos por ciudades como Corbeny el 21 de julioSoissons el 23 de julio, el Castillo de Thierry cuatro días después, Montmirail ya el 1 de agostoProvins el 6, Coulommiers un día después, La Ferté-Milon el 10 de agosto, y Crépy el día 11. El objetivo era ir colocando sus tropas de forma estratégica para amenazar la capital del reino.
Los días siguientes, el doce y el trece de agosto, Carlos probó desde Crépy el ataque directo contra París. De la villa restante al nordeste de la capital francesa, hicieron un pequeño desplazamiento, primero a Lagny le-Sec y después a Dammartin. Pero la guarnición anglo-borgoñona, alerta, hizo una buena anticipación saliendo al encuentro de estos y los consiguieron parar, haciéndolos retroceder otra vez hasta Crépy. Aquella tentativa armagnac llamó la atención inglesa que, mediante Bedford, les envió una contraofensiva, un reto de duelo el 14 de agosto en Montépilloy, al cual accedieron a ir los franceses al día siguiente. Allí los ingleses tenían una resistencia bien formada, capaz de hacer frente al ejército real francés conducido enérgicamente por Juana.
Montépilloy era una villa que quedaba en medio de Crépy y París, y allí los ingleses estructuraron su guarnición de la forma tradicional: con los arqueros delante esperando al adversario. La batalla fue en sí lo suficientemente extraña como para provocar, después de diversos ataques, la retirada a París de las tropas inglesas mientras su comandante, Bedford, iba a Ruan a sofocar unas revueltas que habían estallado. De hecho, los franceses, que hasta aquel momento no habían encontrado una resistencia de cierta entidad en la Île, habían preferido hacer de esta gira alrededor de París una exhibición, evitando enfrentamientos directos con los borgoñones. Esta actitud no gustaría apenas a Juana. La batalla de Montépilloy dejó entrever que el ejército inglés no mostraba una actitud muy diferente del armagnac.
De esta manera, quien salía ganando en todo esto, aparte de los armagnacs haciéndose con Montépilloy, era Felipe el bueno, el duque de la Borgoña, a quien Bedford confiaba la defensa de la capital francesa. El borgoñón se saldría con lo que buscaba, ya que tenía a favor la propia ciudad, que era potencialmente pro-borgoñona.

París[editar]

Juana pisaría Compiègne (una villa que toca al Oise, un afluente del Sena estando en territorio borgoñón) por primera vez a mediados de agosto, aproximadamente el 18 junto con el ejército y el rey. Una vez allí la ciudad abrió las puertas a su llegada. La situación llegó a ser un poco peculiar, porque el avance de las tropas francesas hacia París contrastaba con la propia diplomacia armagnac, que se dedicaba a ofrecer pactos y entendimientos con los borgoñones, los verdaderos enemigos en aquella zona. El 21 de agosto incluso se llegó a una pintoresca tregua que tenía como finalidad cesar los ataques durante cuatro meses además de ceder algunos pueblos al duque de Borgoña. Asimismo, se llegó a prometer una Conferencia de Paz de cara a la primavera del siguiente año. Naturalmente se trataba de una estrategia para confiar al enemigo borgoñón; ya que dos días después de la tregua, el 23, Juana y el duque d’Alençon se fueron de Compiègne, dejando al rey, para atacar finalmente el objetivo último: París.
En dos días se plantaron en Saint Denis (justo delante de la capital de Francia siguiendo el curso del Sena) con un batallón. Desde allí querían lanzar los ataques contra las puertas de la fortificación parisina. Pero tuvieron que esperar la llegada del rey para un ataque contundente y definitivo, que se hizo efectivo en Saint Denis el 7 de septiembre. Así pues, al día siguiente se decidió atacar por la puerta de Saint-Honoré, que quedaba al noroeste de la ciudad. La ofensiva resultó un fracaso dada la resistencia borgoñona combinada con la ya anticipada tendencia también pro-borgoñona de sus habitantes. Además, Juana fue herida por una flecha en un muslo. Esto aceleró la decisión que el rey estaba destinado a tomar: la retirada (efectiva el 10 de septiembre). Esta decisión era totalmente la contraria de la que habría querido Juana, que como en las otras batallas había demostrado coraje y valentía.
Juana en el parlamento de París (1429), grabado de Clément de Fauquembergue.
Juana retornó a Saint Denis el día 9, donde dio gracias a Dios de que no fuera mortal. A partir de aquel momento, el rey tomó plenamente el control de la situación en el seno de su ejército y su corte, pasando a ser la figura más influyente en las decisiones del mismo; obviando las voces de Juana que hasta ahora había tenido en cuenta. Así pues, puso freno y detuvo la campaña militar, lo que, a partir de aquí, supuso un factor de tensión con la propia Juana. Con aquella parada el rey francés no expresaba la intención de abandonar definitivamente la lucha, sino que simplemente optaba por pensar y defender la opción de conquistarla mediante la paz, tratados y otras oportunidades en un futuro. Precisamente esta es la vía que decidió priorizar como máximo dirigente, la vía del pactismo.
El 21 de septiembre disolvería el ejército real en Gien; después de hacer un recorrido que lo llevó camino del valle del Loira, saliendo del núcleo parisino el 11 de septiembre, y atravesando ciudades destacadas como Provins o Montargis.
Seguir por la vía del pactismo significaba reafirmarse en la idea de que Juana ya no le era necesaria. Ella había prometido coronarlo en Reims y así había sido. Una vez consagrado quería aplicar la política que él creía conveniente para ser el rey. Su objetivo final era rehacer la armonía entre la nobleza de Francia, rehacer la estructura familiar y llegar a la paz definitiva con los borgoñones, con tal de afrontar con mucha más fuerza la expulsión definitiva de la presencia inglesa en su reino. Para hacer esto, necesitaría el tiempo que estaba dispuesto a pasar evitando incomodar a los borgoñones no humillándolos con victorias militares. Según su filosofía sólo así podría hacer frente a Enrique VI (en 1435, finalmente el rey de Francia obtendría la ciudad de París de manos del duque de la Borgoña, Felipe el Bueno, mediante el Tratado de Arrás). Esta estrategia nunca se la dio a saber a Juana, aunque probablemente no tenía ninguna obligación de hacérsela saber, como tampoco la tenían sus consejeros, dado que, de hecho, ella nunca había pertenecido al Consejo Real.

Las desavenencias de Juana con la Corte[editar]

Juana comenzó a inquietarse profundamente ante la nueva estrategia del rey, pausada y sin la urgencia de los últimos tiempos. Ella no podía acabar de comprender sin explicación alguna cómo el rey había decidido dejar de lado la componente militar por los procesos de tregua. Además, decidió separar a los generales dividiéndolos y destinándolos a diversas regiones. De este modo, cuando Juana quiso reemprender la campaña militar, lo tuvo que hacer sin la presencia del Bastardo ni del duque de Alençon; este último pidió sin éxito a la Corte que Juana le acompañase en la campaña en Normandía.
En este período de treguas, Juana residió en Mehun-sur-Yèvre con la corte. Allí, Carlos VII establecería su residencia favorita y en 1461 moriría. Mehun es un castillo que había sido restaurado por el tío de Carlos VII y que quedaba bastante lejos de París, en la zona de influencia del Loira. Así pues, sola, preparó allí una serie de enfrentamientos con la intención de reemprender la campaña militar, empezando por Saint Pierre-le-Moûtier y La Charité-sur-Loire. Pero primero tuvo que pasar por Bourges, hoy importante ciudad atravesada por el río Cher, para encontrar los refuerzos necesarios. Jean D'Aulón lo explicaba en el proceso de nulificación: «…para conseguir esto y reclutar hombres, la Pucelle fue al pueblo de Bourges, en el que reunió a sus fuerzas; y desde allí, con un cierto número de hombres armados, de los cuales lord Elbret era el cabecilla, fue a asediar el pueblo de Saint Pierre le Moustier».
Sobre Saint Pierre, ciudad también del entorno del Loira como La Charité, Juana se dirigió a finales de octubre, y la tomó el 4 de noviembre. No obstante, había fallado en un primer momento, según explicó Juan Daulon escudero y por lo tanto testimonio de los hechos:
… y los que habían lo hicieron lo mejor posible por tomarlo [St. Pierre], pero a causa del gran número de gente en el pueblo […] los franceses se vieron obligados y forzados a abandonar […] y en este momento, el «Testificante» [Juana siempre habló autodenominándose «el Testificante», expresión comparable a «una servidora» y expresándose además en tercera persona (muy utilizado en esa época) como si estuviera hablando de otra persona] fue herido por un golpe en el talón, que no se rompió pero que lo dejó sin aguantarse de pie ni poder caminar. Entonces se dio cuenta que la Pucelle se había quedado acompañada por un número muy reducido de su gente y de otros; y el Testificante, viendo que el problema podría ir más allá, [recuérdese que una buena parte del ejército había huido] montó un caballo y acudió inmediatamente su auxilio, exigiéndole qué estaba haciendo allí sola y por qué no se había ido como el resto. Ella, después de sacarse el casco de la cabeza, replicó que en absoluto estaba sola, y que todavía le quedaban en su compañía cincuenta mil de sus hombres, y que no se iría hasta no tomar el pueblo. Y el Testificante dijo que en aquel momento ella podía decir lo que quisiera, que con ella no había más que cuatro o cinco personas [no en el sentido literal, sino utilizando una figura retórica, como «sólo cuatro gatos»], y esto él lo sabe perfectamente […] quien de manera parecido la veía.
Jean le volvería a exigir que se retirara del campo de batalla, en respuesta de lo cual obtendría la orden de ir a buscar un puñado de hoces y vallas para construir un puente que les permitiera atravesar la trinchera con el pueblo. Los pocos que quedaban, así lo hicieron de forma eficiente, de lo cual obtendrían la entrada y la victoria sobre aquel pueblo y que su resistencia fuera más reducida. Añadiría que aquellas acciones crearían en él una imagen mucho más divina de «la Pucelle».
Antes de proseguir con La Charité, el 20 de noviembre de 1429 Juana dirigió una carta al rey, implicando a Catherine de La Rochelle, defensora del punto de vista de las treguas, como el rey. Esta mujer se asociaba con el hermano franciscano Ricard. En este caso, Juana respondió a las afirmaciones de Catalina en las que expresó que había tenido unas visiones en las que se le aparecía una mujer vestida de blanco (en alusión a Juana) y con unos zapatos de oro diciendo que iría a por todas las ciudades reclamando el oro y la plata, al igual que lo reclamaría al rey (haciendo referencia a que finalmente todas estas riquezas irían a parar a las manos de Juana en «Gratitud» por los servicios prestados). Juana desmintió con la carta todas las afirmaciones de Catalina y le recomendó que volviera con su marido a las tareas domésticas y a criar a la descendencia. Además añadió que cuando viera al rey le informaría del estado de «Locura completamente sin sentido» de aquella mujer.
Y seguidamente preparó el asalto a La Charité, un asalto que se alargaría profundamente. Este es uno de los puntos más relevantes en la historia de la marginalización de Juana. El rey le proporcionó un ejército que nunca estuvo a la altura de la resistencia de la ciudad. No demasiado bien equipado y de número bajo. Juana pidió unos refuerzos a las ciudades de alrededor que nunca llegaron, excepto el material que envió Clermont-Ferrand. Y finalmente, el día de Navidad, después de un mes y un día, Juana decidió abandonar el asedio contra aquella ciudad dejando la artillería que quedaba. Además, las condiciones climatológicas se hicieron más difíciles, ya que poco a poco se adentraba en las fases más profundas del invierno, un período tradicionalmente poco dado a las guerras.

¿El ennoblecimiento de su familia?[editar]

Sobre este tema se vuelve a encontrar diversidad de opiniones, por lo tanto la discusión está abierta entre los teorizadores «clásicos» y los «ortodoxos». Para empezar, para la mayoría de los primeros acostumbra a ser la prueba que clarifica que se tiene que llamar Jehanne con el apellido, es decir, «Jehanne Darc» (hoy «Jeanne d’Arc») con el simple razonamiento de que se trata de un documento oficial. Esta afirmación ultrapasa la palabra de Juana en el proceso (anteriormente nombrada), declaración de esta que defienden los «ortodoxos» tendiendo a afirmar que este documento se trata de un fraude y, por lo tanto, es falso.
Teóricamente el rey tramitó una carta de ennoblecimiento a la familia de Juana (que englobaba también su descendencia masculina y femenina) el 29 de diciembre en Mehun. Este es el presunto hecho que es considerado por los defensores de su validez como una especie de recompensa por los servicios prestados.
La polémica por la oficialidad del apellido «Darc» se amplía además cuando el otro sector de historiadores analiza el texto. De este modo se incluye en la discusión la paternidad y maternidad real de Jacques e Isabelle, que aparecen en el texto como padres de ella, en un texto supuestamente oficial. Los puntos más relevantes que se acostumbra argumentar para demostrar que el texto es falso y que, por consiguiente, no hubo ningún ennoblecimiento, son los siguientes:
En primer lugar, haciendo referencia al nombre Jehanne Darc, ella nunca se llamó de ninguna otra manera que de la que declaró en el proceso, es decir: «Dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia desde mi llegada se me llamaba Jehanne». El mismo juez principal de Ruan no la llamó de ningún otro modo que «Jehanne, comúnmente llamada la Pucelle» durante todo el proceso. Juana, «la Pucelle», es la fórmula que siempre utilizó en todas sus cartas ella misma, como tampoco le pusieron ningún apellido los villanos declarantes en el proceso de nulificación.
En segundo lugar se pone en entredicho la veracidad concreta de ciertos fragmentos, los más discutidos son en los que se hace referencia a aquello que hizo Juana por la corona francesa: «Es por eso que nosotros hacemos saber que, teniendo en cuenta aquello de más arriba [se refiere a los términos que se habían expresado en el párrafo de más arriba de la carta], considerando además agradables los muchos y aconsejables servicios que Jehanne la Pucelle ya prestaba, y prestará en el futuro, lo esperamos, por nosotros y por nuestro reino, y por otras ciertas causas que nos mueven, con esto ennoblecemos la susodicha Pucelle…»
Entonces la pregunta que se hacen los detractores es la siguiente: ¿por qué la carta no describe las campañas, los méritos en sí que la han llevado a este reconocimiento? Afirman pues, que todos los documentos de este tipo del siglo XV contienen una detallada descripción de los hechos que, en efecto, provocan estas letras de ennoblecimiento. En este caso, Juana consiguió conducir a Carlos a Reims después de las ya nombradas gestas, que el propio rey había reconocido.
En tercer lugar, se habla del ennoblecimiento para toda la familia, tanto en línea masculina como femenina: «… y a pesar de su parentesco y linaje, y en favor y contemplación d’icelle Jehanne, toda su descendencia masculina y femenina…». En este caso, se puede remitir a debatir esta sentencia afirmando que en Francia ya había una ley sálica y por lo tanto, las mujeres no podían beneficiarse de estos favores por línea hereditaria. Los «ortodoxos» afirman que Carlos V de Francia, primer delfín de Francia, hacía una ordenanza en 1368 con la que reforzaba que la nobleza únicamente se transmitía por línea masculina. Así de este modo quedaría sin validez el tema de la descendencia vía línea femenina.
El último punto que se acostumbra a criticar es el del sello que se usó para la carta. Los estudios realizados nos dicen que se trata del sello ordinario que el rey utilizaba, y del Gran Sello, guardado por Regnault de Chartres, quien parece ser que durante aquellos días no se separó. El Gran Sello era obligatorio para las Cartas de ennoblecimiento.
Finalmente los defensores de las afirmaciones de que la carta es falsa, hacen un salto en el tiempo y viajan a los años 1550 con Robert de Fournier (barón de Tornebeu), y al 1600 con Charles du Lys, los cuales parece ser que eran descendientes de la familia «Darc» y reclamaron los derechos nobiliarios que teóricamente les pertenecían. Pues bien, parece que tuvieron que litigar para conseguirlos; un hecho una poco extraño, ya que les deberían venir de herencia.
Otras tesis sobre este hecho no responden necesariamente a la «clásica»; se habla de una confirmación de la carta de ennoblecimiento con Robert (barón de Tournebeu), que en octubre de 1550 hizo una petición junto con su sobrino Lucas de Chemin, señor de Féron, los dos descendientes de una hija de Pierre du Lys. Por otro lado, se dice que de los tres hermanos de Juana, dos tuvieron descendencia: Jean y Pierre. Los descendientes del primero adoptaron el nombre «Du Lys», y del segundo salieron dos hijos del mismo nombre: Jean. El primero tuvo una hija y el segundo se convirtió en Regidor de Arràs. Este último volvería a Francia y adoptaría también el nombre «Du Lys» y tendría dos bisnietos, Charles du Lys y Luc du Lys, que reclamarían los derechos.
Todavía otra hipótesis nos dice que Pierre du Lys, hermano de Juana, tuvo un hijo, Jean du Lys, que murió sin descendencia en 1501. Así, durante los siglos XVI y XVII, aprovechando que uno de los privilegios del ennoblecimiento de las familias era la exención de pagar los impuestos, habrían aparecido falsos familiares o descendientes de la familia de Juana que habrían querido aprovecharse. Así explican la demanda y los litigios de Charles du Lys y del barón de Tornebeu. También se afirma en este sentido, a la hora de explicar los litigios, que Carlos IX (1550-1574) suprimió los beneficios de transmisión para las mujeres y así estos tuvieron de apoyarse en la descendencia del hermano de Juana, Pierre du Lys, del único que se sabía que había tenido un hijo. Probaron inventándose otra mujer para Pierre, que tuvo únicamente un hijo, sin descendencia (Jean du Lys) y a partir de aquí una serie de hijos que no aparecen registrados en las encuestas de nobleza hechas de 1476 a 1551. Así pues el ennoblecimiento de Juana y de su familia sigue siendo un misterio.

El declive definitivo: las últimas campañas[editar]

Juana pasó el resto del invierno, después del abandono de la campaña en La Charité, en el castillo de Sully, el cual pertenecía a Georges de la Trémoille, después de algunas estadas en Bourges y en Orleans. Mientras seguían los trámites que llevaban el delfín y el duque de la Borgoña con Compiègne. El rey de Francia había aceptado que esta ciudad, que estaba en territorio borgoñón, pasara a este a cambio de la neutralidad del duque. Pero el Borgoñón todavía seguía con las negociaciones paralelas con Inglaterra, lo cual no gustó nada al rey, que le había ofrecido su confianza y finalmente decidiría volver a tomar la ciudad, que ya tenía a su favor en cuanto a sus habitantes.
Retrato hagiográfico de Juana de Arco.
Este fue uno de los motivos del retorno de Juana al panorama militar. Ella seguía con la intención de hacer lo posible para expulsar definitivamente a los ingleses, sin pasar por las treguas que intentaba pactar Carlos VII. Estas treguas finalizaron en marzo de 1430 y Juana, que pacientemente las había respetado, volvió al campo de batalla, en dirección a Compiègne con un modesto batallón y lo hizo sin esperar a que el rey se lo permitiera. Paralelamente a esto, Juana dictó diversas cartas desde Sully: dos dedicadas a los ciudadanos de Reims (los días 16 y 28 de marzo) donde les aseguraba que los auxiliaría en caso de asedio (estos se habían dirigido antes a ella temiéndose uno) y otra carta el 23, mucho más atrevida y después polémica, a los husitas. De hecho se trataba de un ultimátum en el que los trataba de herejes llamándolos a que volvieran a la fe católica y así a la luz verdadera si no querían que ella misma liderara una cruzada contra ellos. La utilización que se hizo después por parte de sus detractores es la que se quiso poner en el lugar del Papa, que acababa de anunciar una, en la que pretendían tomar parte junto a los borgoñones y los ingleses.
Parece ser que esta carta amenazadora fue influida por el hermano Jean Pasquerel, su confesor. Junto con él y su hermano Pierre, Jean d'Aulón y el pequeño batallón, partieron de Sully. El primer reto de esta nueva etapa en los campos de batalla fue en Lagny-sur-Marne, al lado del río Marne, afluente del Sena muy cerca de París. Allí había guarniciones inglesas y destacamentos borgoñones. Juana los pudo derrotar el 29 de marzo gracias también a la ayuda de las tropas mercenarias itálicas de Berthelemy Baretta que reforzaron el regimiento de Juana con unas 200 unidades.
Ya en abril del mismo año, Juana protagonizaría la última de sus victorias en el campo militar. Fue en un encuentro con las tropas borgoñonas dirigidas por Franquet d'Arras. Necesitó cargar tres veces contra la defensa mercenaria borgoñona que había salido de París con más de 300 unidades, frente a las cerca de 400 que dirigía Juana sin refuerzos por parte del rey. La batalla acabó pues con la rendición d'Arras, que le ofreció su espada como prueba. Este aspecto sería tratado en el proceso de Juana el 24 de marzo de 1431, ya que ella dijo que a partir de aquel momento utilizó la espada ganada mientras que no quiso dar detalles de la que llevaba habitualmente, la que había recibido en Sainte Catherine de Fierbois. El destino d'Arras fue convertirse en prisionero, y de aquí a su ejecución después de un proceso de unos quince días en Lagny mismo, a manos de un oficial de Senlis de la justicia de Lagny.
El 10 de marzo de 1431, Juana declaraba en su proceso, que en la semana de Pascua de 1430 (se cree que el 22 de abril), estando en Melun, sus voces, las de Santa Catalina y Santa Margarita, le hicieron saber que sería capturada antes del día de San Juan, es decir, el 24 de junio, pero no tenía por qué sufrir porque Dios le ayudaría a pasar el trance. Además ella probó de pedir a qué hora sería tomada presa, pero las voces no se lo dijeron.
El 24 de abril Juana llegaría a Senlis, donde teóricamente esperó por unos refuerzos del delfín. De aquí hasta el 14 de mayo no se sabe con certeza qué es lo que hizo. Se sabe que habría pasado por Crépy, Compiègne y por Soissons (que no permitió que Juana actuara excusándose con que la gente no quería problemas. Guiscard Bournel, el capitán de esta ciudad, vendería semanas después de forma secreta la ciudad a los borgoñones), volviendo el 14 a Compiègne. De todos modos, lo que está más claro es que mientras tanto la alianza anglo-borgoñona se rehacía y el duque de Borgoña comenzaba a ganar terreno con el afán de hacerse con la ciudad de Compiègne. El objetivo era asediarla, ya que los ciudadanos se mostraban pro-armagnacs y no ofrecían su rendición. El 6 de mayo la corte armagnac reconocía el desastre que habían producido las últimas treguas pactadas con los borgoñones, sobre todo la tregua de neutralidad con Compiègne (afirmación reforzada por el arzobispo de Reims), que las habían aprovechado para rehacerse y rehacer las alianzas con Inglaterra e iniciar otra vez toda una serie de batallas.
Así el duque consiguió avanzar bastante durante el mes de mayo con el objetivo de llegar pronto a Compiègne. Primero tomó el puente de Choisy-au-Bac, ciudad que cayó el 16 de mayo, siguió haciéndose con el monasterio de Verberie y finalmente consiguió llegar a Compiègne a finales de mes, el 22, día en que la puso en asedio. Por su lado, se sabe que Juana del 17 al 21 de mayo pasó nuevamente por Crépy, lugar del cual sacó más refuerzos para poder redirigirse a Compiègne contribuyendo así a mejorar la defensa de sus enemigos.
Justo el día que la ciudad cae en asedio, Juana llega con los refuerzos después de cabalgar con sus hombres por los bosques cercanos hasta llegar a la villa. El resto de la noche la pasaría en el interior de la ciudad conociendo que esta estaba siendo asediada y a pesar de las recomendaciones de peligro de sus propios soldados.

Compiègne: la captura[editar]

La mañana del día 23 de mayo de 1430, Juana hizo unas plegarias en una de las iglesias de la ciudad. Compiègne estaba capitaneada por Guillaume de Flavy y fue con este con el que Juana trazó sus últimas estrategias para preparar la batalla que se libraría aquella misma tarde, en un puente en el exterior de las murallas de la ciudad, el cual significaba un enclave de asedio muy peligroso. Los borgoñones ya sabían que de esta manera lo querían tomar.
Las tropas francesas salieron de la ciudad, pero se encontraron con una coalición borgoñona muy fuerte, pero aun así los pudieron hacer retroceder diversas veces. Se encontraron con una especie de emboscada que las crónicas narran como la entrada de los ingleses en la lucha, lo que hizo retroceder a los armagnacs. Los ingleses se posicionaron entre el ejército de «la Pucelle» y el puente al mismo tiempo que una parte de los borgoñones se colocaban detrás del ejército francés; así quedaba rodeado y con muy pocas opciones de resistencia a pesar del apoyo desde las murallas de los arqueros de la ciudad de Guillaume.
Fue cuando la propia compañía de Juana le reclamó que «¡Considerad hacer un esfuerzo para volver a la ciudad, o vos y nosotros estaremos perdidos!». Según las crónicas, la Pucelle tuvo para esto una respuesta bastante furiosa: «¡Quietos! Su derrota depende de nosotros. Pensad sólo en atacarlos». Pero entonces los anglo-borgoñones vieron que Juana hacía maniobras para volver a la ciudad; con un gran esfuerzo se apresuraron a tomar el puente, lo cual provocó una gran escaramuza al extremo de este.
Este fue el momento en el que Guillaume de Flavy, capitán de la ciudad, cometió el error más grande de su vida, lo que le costó muchas críticas y acusaciones. El hecho es que delante de una predecible derrota, se atemorizó y con el propósito de proteger la ciudad para no perderla, ordenó cerrar las puertas de la ciudad de Compiègne, con lo cual ya nadie podría penetrar, ni siquiera «la Pucelle». Naturalmente, las valoraciones posteriores sobre esta decisión son difíciles de hacer y dependen de la óptica con la que se enfoquen. Pero Guillaume no quedó exento de acusaciones de traición.
Según las crónicas, en aquel momento, Juana asumió las riendas de la batalla y se puso al frente con la mayor bravura demostrable. El enemigo vio con astucia que los armagnacs estaban colgando de un hilo y quedaban a merced de ellos y dieron órdenes de tratar capturar a toda costa a Juana. Ella, a su vez, mostró gran resistencia, pero fue sorprendida por cinco o seis hombres de los cuales uno le puso la mano encima mientras los otros sostenían el caballo y le gritaban que se rindiera, aunque sólo consiguieron negativas de Juana en medio del forcejeo.
Los compañeros de Juana intentaron poner medios para recuperarla, pero un arquero borgoñón del Bastard de la Vandonne le consiguió desenganchar del caballo definitivamente y Juana tuvo de rendirse finalmente al Bastardo, Lionel de la Vandonne, vasallo del duque de LuxemburgoJean de Luxembourg dado que este, que estaba justo al lado en el momento de la caída de Juana, era un noble. En esta misma captura, el hermano de Juana, Pierre también fue aprisionado, (y liberado años después) como Jean d’Aulón a quien se le permitiría seguir con la intendencia de Juana en cautividad.
Después de ser encarcelada por los borgoñones en el castillo Beaurevoir, Juana tuvo varios intentos de fuga, uno de ellos fue saltando de la torre de 21 metros, aterrizando en la tierra blanda de un foso seco. Tras dicho acontecimiento se le trasladó a la Ciudad de Borgoña de Arras.13 Lionel de Wandomme negoció con sus aliados de Borgoña cederla a su custodia con el obispo Pierre Cauchon de Beauvais, un partidario inglés, asumiendo un papel destacado en negociaciones y en su juicio.

El juicio y la muerte[editar]

El juicio[editar]

Durante su juicio que tuvo lugar en Rouen, entre el 21 de febrero y el 23 de mayo de 1431,14 fue inicialmente acusada de herejía y sometida a intensos interrogatorios. Mientras transcurría el proceso fue encarcelada en una de las torres del castillo de Felipe II que posteriormente pasó a llamarse «torre de la Doncella».
El proceso se inició el 21 de febrero con cerca de ciento veinte participantes. Entre los más activos: los canónigos Jean d'Estivet y Nicolas Loyseleur y Nicolas Midy emisario de la universidad de París. Pierre Cauchon, arzobispo de Beauvais se encargó de dirigir la investigación y de presentar cargos contra la acusada. La tarea no resultó sencilla porque Juana no mostraba el aspecto habitual de los herejes, parecía ser una buena cristiana convencida de su misión. Aun así, el tribunal no tardó en encontrar argumentos en su contra: vestía como un hombre, abandonó a sus padres y esas voces que decía oír solo podían tener origen demoníaco. En total, se presentaron contra ella hasta setenta cargos siendo el más grave de todos el de Revelationum et apparitionum divinorum mendosa confictrix (invento de falsas revelaciones y apariciones divinas).15
En el mes de mayo el tribunal dictó sentencia y consideró que era apóstata, mentirosa, sospechosa de herejía y blasfema hacia Dios y los Santos, lo que llevó a su condena. Su intento de recurrir la decisión ante el Papa fue ignorado.

Muerte[editar]

Estatua de Juana de Arco
en Compiègne (Francia)
El 24 de mayo, en el cementerio de Saint-Ouen en Rouen, el tribunal que la juzgó escenifico un simulacro de hoguera con el fin de asustarla y de que así reconociera públicamente los hechos de los que se le acusaban. Bajo presión, y con la promesa verbal de que así dejaría de estar bajo custodia inglesa para ingresar en una cárcel eclesiástica, firmó su confesión, reconociendo haber mentido en relación a las voces que decía escuchar y admitiendo la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, al ver que regresaba con los ingleses al mismo recinto en el que había estado, se consideró engañada y dos días después se retractó de lo firmado.
Ante la marcha atrás de Juana, el tribunal la declaró recaída en sus errores pasados (relapsus) y la condenó a morir quemada en la hoguera. El 30 de mayo de 1431, tras haber sido confesada y haber comulgado, Juana de Arco, vestida con una túnica, escoltada por los ingleses, fue llevada hasta la plaza del Viejo Mercado (place du Vieux-Marché) de Rouen, donde previamente se habían levantado tres estrados. El primero para el cardenal Winchester y sus invitados, el segundo para los miembros del tribunal y el tercero para la sentenciada a muerte. Tras ser leída su sentencia, fue guiada hasta la hoguera.
Más que por la acción de las llamas, Juana de Arco falleció por el efecto del monóxido de carbono fruto de la combustión de la leña utilizada para iniciar el fuego. Tras la humareda, los ingleses apartaron los trozos de madera empleados en la hoguera para asegurarse de que no había escapado y de que el cuerpo desnudo era bien el de la condenada. El fuego se avivó con brea y aceite y permaneció así durante varias horas hasta que lentamente el cuerpo fue reducido totalmente a cenizas, a excepción de algunos restos óseos que fueron posteriormente esparcidos en el río Sena. La metódica cremación del cuerpo pretendía evitar el culto posterior.

Revisión del juicio y absolución[editar]

La mayoría de los datos sobre su vida se basan en las actas de aquel proceso judicial pero, en cierta forma, están desprovistos de crédito, pues, según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones por orden del obispo Pierre Cauchon, así como a la introducción de datos falsos. Entre estos testigos estaba el escribano oficial, designado solo por Cauchon, quien afirma que en ocasiones había secretarios escondidos detrás de las cortinas de la sala esperando instrucciones para borrar o agregar datos a las actas.
Veinticinco años después de su condena, el rey Carlos VII instigó a la Iglesia a que revisara aquel juicio inquisitorial, dictaminando el papa Nicolás V la inconveniencia de su reapertura en aquellos momentos, debido a los recientes éxitos militares de Francia sobre Inglaterra y a la posibilidad de que los ingleses lo tomaran, en aquellos delicados momentos, como una afrenta por parte de Roma. Por otro lado, la familia de Juana también reunió las pruebas necesarias para la revisión del juicio y se las envió al papa, pero éste se negó definitivamente a reabrir el proceso.
A la muerte de Nicolás V, fue elegido papa el español Calixto III (Alfonso de Borja) el 8 de abril de 1456, y fue él quien dispuso que se reabriera el proceso. La inocencia de Juana fue reconocida ese mismo año en un proceso donde hubo numerosos testimonios y se declaró herejes a los jueces que la habían condenado. Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909 fue beatificada por el papa san Pío X y posteriormente declarada santa en 1920 por el papa Benedicto XV. Ese mismo año fue declarada como la santa patrona de Francia.16

Influencia en la cultura popular[editar]

La fama de Juana de Arco se extendió inmediatamente después de su muerte: fue venerada por la Liga Católica en el siglo XVI y adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses desde el siglo XIX. Fue igualmente una inspiración para las fuerzas aliadas durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los personajes de la serie de animación japonesa Shingeki no Bahamut lleva su nombre. Tiene ciertas similitudes con el personaje real: viste de armadura (es una caballera), tiene el favor de los ángeles y muere en la hoguera por infamias de los poderosos.