lunes, 11 de junio de 2018

EL JEFE: Trujillo 57 años después *La Granada*


El jefe siempre tiene la razón, aunque se equivoque. Si El Jefe no tiene la razón se hace lo que ordene. El Jefe nunca abandona el trabajo,
sino que su presencia es requerida en otro lugar. El Jefe nunca duerme, descansa. Se ingresa al despacho de El Jefe con ideas propias y se sale con las de El Jefe.

El Jefe pone, quita, traslada, pensiona, premia y castiga conforme considere. El Jefe es El Jefe “La ingratitud es la más definitiva derrota del honor” Rafael Leonidas Trujillo.
El país conmemoró este 30 de mayo el 57 aniversario del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo, para los que ovacionamos el ajuste a sus desmanes, asesinato para sus insepultos cultores, que añoran y cultivan el retorno a sus métodos cavernarios, como desesperada alternativa ante los obvios fiascos de la meritocracia.
Del catálogo de retos surgidos a partir del charco de sangre que regó su ajusticiamiento en la autopista a San Cristóbal el 30 de mayo de 1961, pocos han resultado superados por los gobiernos que en ese trayecto convulso ha conducido el destino nacional, conforme desgloso.
Empecemos por los lineamientos añorados por una porción considerable de los paisanos, por el retorno de El Jefe, mejor, de sus métodos, hoy disfrutamos de una libertad que bordea el libertinaje, identificados con el orden, el respeto al prójimo, el control de la delincuencia, el fiel cumplimiento de las leyes y hasta las disposiciones edilicias como detenerse cuando se interpreta la canción patria, las disposiciones de tránsito, la tributación correcta de la entonces Rentas Internas, hoy Impuesto sobre la Renta, el pesaroso ITEBI.
El rechazo a contraer empréstitos extranjeros, aunque por construir la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre contrajo empréstito por US$50 millones y luego de las expediciones libertarias del 14 y 19 de junio 1959, otros US$50 millones en comprar armas, y al 30 de mayo de 1961 la deuda externa era de US$14 millones, hoy US$37 mil millones.
Porque El Jefe, el generalísimo, el Benefactor, el Padre de la Patria Nueva, el Primer Maestro, el Paladín del Anticomunismo en América, conformaba el Presupuesto de Egresos con la suma de los impuestos de exportación a la economía de postre de entonces, café, cacao, tabaco, azúcar, y sellos de correos y de Impuesto sobre la Renta, eran extras, y siempre le sobraba, y permanente disponía de un fondo rotativo de RD$50 millones en caja chica para dispensas medalaganarias.
Carreteras, puentes, hospitales, regolas, canales de riego, estaciones de monta y remonta para reproducciones bovinas, caprinas y equinas, reparto de esquejes de yunca y habanas de batata y otros rubros, siempre disponibles en la Secretaría de Agricultura.
La corrupción era un coto exclusivo de El Jefe, que asignaba indulgencias a sus más cercanos acólitos, una casa, sobre todo a los ministros de la Presidencia con dos años en la posición, y ninguno devino millonario, que no fuesen terratenientes, sobre todo, militares, la base sustantiva de su universo político.
El salario de un ministro era de RD$3 mil, cuando el mínimo era de RD$60, que el presidente Antonio Guzmán subió a RD$125, y estamos hablando de dólares, que fue la moneda de igual poder adquisitivo a la dominicana hasta después de la guerra de abril 1965.
Los crímenes, violaciones a menores, incesto, claro que se producían, pero eran muy contados, muy raros, no una pandemia incontrolable, como ahora.
El tránsito vehicular era escaso, pero las disposiciones para regularlo eran estrictas, y se cumplían, y nadie osaría conducir sin licencia, hoy el 57% no tiene, multicas de RD$3 para los transgresores, pero que dolían, porque el pote de romo era a 85 centavos y la cerveza Presidente a tres por RD$1.
Cuando El Jefe se involucró en la industria azucarera en 1950, trabó tratos con su homónimo Francois Duvalier para traer haitianos para la zafra, que al concluir, retornaban a su país, aunque algunos se quedaban, pero nunca la invasión peligrosa que ha propiciado del Partido de la Liberación Dominicana, socavando la soberanía nacional.
El único asalto a un banco, el Royal Bank of Canada, perpetrado por unos brujos el 11 de junio de 1954 en Santiago de los Caballeros, fue ejemplarizado con su público fusilamiento en lo que es hoy el center field del estadio de béisbol Osvaldo Virgil.
El Jefe construyó colonias agrícolas en la frontera como estrategia para dominicanizarla, en Guayajayuco, Río Limpio, Mariano Cestero, Villa Anacaona, subvencionando con RD$20 mensual a todo quien residiera en la línea fronteriza, y el cruce era controlado por militares con órdenes expresas, contrario a hoy en que reciben RD$100 para permitir el paso de ilegales a nuestro territorio, tolerando el trasiego de toda suerte de mercancías, alcoholes, tabaco, ajo chino, armas de fuego y drogas.
Claro que para ordenar el desorden que ha auspiciado el permisivismo del PLD en aras de la reelección, no es menester el retorno de una dictadura rapaz y sangrienta, solo volver a sus métodos organizativos del Estado, el respeto a las instituciones medulares, comenzando por la soberanía nacional, hoy en pavesas por la tolerancia del PLD, que en algún momento, el juicio inapelable de la historia, dictará definitiva condena.
Hoy cada dominicano quiere el retorno de El Jefe, pero para la peor referencia, practicando en su conducta pública lo que le venga en ganas, comenzando conduciendo un vehículo, atropellando el derecho ajeno, sin ceder preferencia, conducta que El Jefe impedía y castigaba.
Maltratando de palabras y hechos a quien entiende de inferior posición económica y política, cuando El Jefe conciliaba con los ricos de entonces, aunque despojó a algunos, como a Anselmo Copello y Amadeo Barletta, y anuló, eso sí, la disidencia política.
Es por esas anomalías fundidas en lacras, que Luis José Domínguez Trujillo, que dice llamarse Ramfis, nieto de El Jefe, apostrofa a lo que define como “rancia partidocracia”, por el fiasco de la meritocracia, a 57 años del ajusticiamiento de El Jefe.
“La ingratitud es la más definitiva derrota del honor”, vociferó, pero inició su tiranía de 31 años traicionado a su Supremo Comandante en Jefe y gran protector, el presidente Horacio Vásquez.

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