jueves, 5 de noviembre de 2020

BIDEN SE ACERCA A LA VICTORIA Y TRUMP PLANTEA UNA BATALLA JUDICIAL

 

Estados Unidos no se ha rebelado contra la deriva moral de los últimos cuatro años, la depreciación de su democracia ni la mala educación que ha contaminado la Casa Blanca. El país ha salido de las elecciones más trascendentales de los últimos tiempos tan fracturado en dos mitades como lo estaba antes de los comicios y acechado por la amenaza latente de una larga batalla judicial para certificar a su ganador. El resultado en seis estados sigue en el aire, pero a medida que pasan las horas aumentan las opciones para que el demócrata Joe Biden se convierta en el próximo presidente. Nada hace presagiar que será un camino fácil, después de que Donald Trump se atribuyera la victoria mucho antes de conocerse el resultado, denunciara un fraude fantasma y moviera ficha para impulsar nuevos recuentos en varios estados.

 

Ese ataque a la legitimidad de la democracia estadounidense no tiene precedentes, por más que el republicano lleve meses telegrafiándolo. Pero tampoco debería extrañar viniendo de un dirigente que ha utilizado el cargo para enriquecerse, que siente fascinación por los dictadores y desprecia la verdad de forma sistemática. Más de 22.000 mentiras o afirmaciones falsas desde que comenzó su presidencia, según el recuento de ‘The Washington Post’. "Esto es un fraude contra el público estadounidense. Una vergüenza para nuestro país. Nos estábamos preparando para ganar estas elecciones y, francamente, las hemos ganado", dijo la madrugada del martes cuando los resultados inicialmente muy favorables a su candidatura empezaban a enfriarse. 

 

Cambio de color

Eso mismo habían previsto los observadores: una marea inicial roja que poco a poco se iría cubriendo del azul demócrata. Esencialmente porque el voto anticipado en varios de los estados decisivos se ha contado después del emitido durante la jornada electoral. Y ese voto por correo favorece abrumadoramente a Biden porque sus seguidores le tienen más respeto a la pandemia, tal y como confirmaron los sondeos a pie de urna. "No me corresponde a mí ni a Trump declarar al ganador de estas elecciones", dijo el demócrata la noche del martes en un breve discurso desde Delaware. "La decisión es del pueblo estadounidense".

 

Biden le daba la vuelta a Arizona por primera vez en tres lustros, se ha impuesto en Wisconsin por menos del 1% de los votos y Michiga,  acaricia la victoria en Nevada y no descarta dar la sorpresa en Georgia. A medida que algunos de esos estados cambiaban de color el miércoles, repuntaban las bolsas de Wall Street, toda una señal de que no se han creído la cantinela del presidente, que ha vaticinado un descalabro de los mercados si su rival conquista la Casa Blanca. "Biden va camino de ganar estas elecciones", dijo el miércoles su jefe de campaña. 

 

En muchos de esos estados los márgenes son insignificantes, unas decenas de miles de votos, a pesar que el veterano político del establishment ha obtenido más sufragios que ningún otro candidato en la historia del país. Más de 70 millones, superando el récord anterior de Barack Obama en 2008. Pero esa cifra representa solo el 50.2% del total frente al 48.1% de Trump. Esos números explican por qué no se han cumplido las mejores expectativas demócratas para arrasar en estos comicios, aunque esta vez nadie amagó nunca con descorchar el champán antes de tiempo. 

 

El margen de error

Tampoco los encuestadores han errado como hace cuatro años porque en, gran medida, sus predicciones, más favorables a Biden de lo que refleja el resultado final, estaban dentro del margen de error de los sondeos. El golpe en la mesa de los estadounidenses para repudiar a Trump no ha sucedido. Y eso que estas elecciones eran más un plebiscito sobre su figura una apuesta entre dos visiones del mundo. Ni siquiera en el Congreso parece que las cosas vayan a cambiar demasiado. Los demócratas no han conseguido aumentar significativamente su dominio de la Cámara de Representantes, mientras que todo apunta a que los republicanos salvarán el Senado, lo que garantiza otros cuatro años de bronca y bloqueo. 

 

Pero antes de llegar allí habrá que saber quién será el próximo presidente. Trump ya ha pedido un nuevo recuento en Wisconsin "por irregularidades en varios condados" y su campaña sopesa hacer lo mismo en Nevada, donde la diferencia con el 86% escrutado es solo de 8.000 votos. En Michigan ha demandado al estado para que frene el recuento hasta que se permita "un mayor acceso" a sus observadores. Y ha pedido al Tribunal Supremo que intervnga en el recuento de Pensilvania. Y es solo el principio porque antes de la jornada electoral ya había un sinfín de demandas en los tribunales relacionadas con el voto anticipado.  

 

Desde su partido se sigue confiando en la victoria, un escenario todavía probable dados los estrechísimos márgenes del resultado. Pero pocos le están siguiendo hasta ahora el juego hiperbólico del fraude por defecto. "Lo que el presidente quiere es asegurarse de que cada voto legal se cuenta", dijo el líder republicano en la Cámara Baja, Kevin McCarthy. En realidad, lo que quiere Trump es lo contrario, invalidar el mayor número de sufragios posibles.

 

La pandemia, la crisis y las armas

Es probable que el presidente opte por calentar las calles mientras se mantiene la incertidumbre judicial. Los mensajes de su campaña enviados el miércoles a sus votantes así lo sugieren. "Os necesito. ¡La izquierda va a tratar de robar estas elecciones! Os pido que os levantéis y contrataquéis".

 

No son buenas noticias para un país que se muerde a estas horas las uñas y teme que el bando contrario le levante lo que considera suyo. Un país acechado por la pandemia, sumido en la peor crisis económica en casi un siglo y atenazado por las convulsiones raciales. También armado hasta los dientes y sin apenas confianza en las instituciones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.