martes, 17 de junio de 2014

Barahona no tiene quien le escriba *La Granada*

POR STEWART NIN.- Esta reflexión surge a propósito de la reciente visita que realizara en Semana Santa un amigo de infancia, quien tenía 30 años que no venía a Barahona, su pueblo que lo vio nacer.

“20 años no es nada, decía el famoso rey del Tango, el artista argentino Carlos Gardel. Pero 30 años es más que suficiente para que un pueblo como Barahona pueda alcanzar algunos cambios para  bien de sus habitantes.” Así se expresó ese amigo, cuando al llegar a la entrada del Municipio observó las malas condiciones en que se encuentra la carretera que le da acceso al mismo, e  igualmente, lo poco atractivo que resulta para los visitantes, una fábrica de blocks con su secuela de polvo y gran contaminación generadas por este tipo de empresa al sector donde está situada.

Además, me contó el amigo que fue de compras al mercado local y se llevó tremenda sorpresa al observar que el patio de varias polleras es el antiguo cementerio de la comunidad y que este último también sirve a vendedores y compradores de letrina municipal en momentos de urgencias intestinales. Al mismo tiempo, el Cementerio Municipal da cobijo a fumadores de drogas y a personas que realizan actos sexuales.

Mi amigo pudo apreciar la falta de agua en el lugar, lo que lo llevó a pensar que  lejos de ser un mercado público es un foco de contaminación generalizada y un peligro para la salud.

Al preguntarme qué piensan de esta situación las autoridades y qué hacen con el dinero que reciben del Estado y de los impuestos que pagan los contribuyentes, le contesté diciéndole: “Barahona hace varios años que fue declarada Cuarto Polo Turístico Ampliado, pero sólo en teoría; puesto que,  las tan anunciadas inversiones nunca llegan. Hasta pudiera decirse que a Barahona lo acompaña la mala suerte. Creo que es la única ciudad en el mundo en donde los alimentos que consume la población están junto a sus muertos, y no pasa nada. Barahona no dispone de planta de tratamiento de aguas residuales, provocando esta situación que sus playas se contaminen de materia fecal; no cuenta con un matadero moderno y los animales son sacrificados en el piso y sin ningún control sanitario”.

Seguí recordándole a mi amigo que Barahona es uno de los pocos pueblos que tiene un río dentro de la ciudad, pero las autoridades no han querido canalizarlo y encacharlo por lo que se mantiene lleno de escombros, basura y animales muertos. Hay barrios que no tienen  aceras y contenes lo que impide que sus calles les sean asfaltadas. Además, muchas de sus calles no están identificadas. Es decir, no tienen nombres y algunas de ellas sólo disponen de números y letras. Mientras, La Sala Capitular no toma las medidas pertinentes a fin de asignarles nombres de patriotas que ofrendaron sus vidas por la soberanía y la independencia de La Nación. En consecuencia, Barahona es un pueblo que ya no dispone de vida propia. Leonel Fernández le quitó su mamá y su papá: el Ingenio Barahona y las minas de Sal y Yeso, ambas empresas están hoy en manos privadas y no generan para la población las riquezas de tiempos anteriores.

Aquí cada día se le dificulta a un padre de familia echar un día de trabajo. El único medio de subsistencia es el motoconcho. Esta actividad se ha convertido en un peligro debido al aumento de la delincuencia y la criminalidad.

Nuestros caficultores están en bancarrota. Sus cultivos están diezmados por el tiempo y las plagas. Por lo visto, tenemos autoridades indiferentes e irresponsables frente a ciudadanos que les depositaron su confianza en las urnas y estas sólo se preocupan por amasar fortuna en sus propios beneficios.

Ese amigo se despidió de mí con un abrazo y me dijo lo siguiente: “Espero que cuando regrese a Barahona pueda contar con autoridades diferentes, más responsables y con amor para su pueblo para que sean recordados cuando terminen sus mandatos no como funcionarios miserables que sólo pensaron en enriquecerse con el dinero del erario público, sino como hombres y mujeres que cumplieron con su responsabilidad de ser buenos funcionarios públicos y  que ejercieron su función de manera correcta y apegada a la ley”.

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